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Actualizado: 22 de julio de 2025


Los ujieres, con gritos estentóreos de «un poco de silencio, señores s'il vous plait, du silence», no lograban tampoco dominar la agitación. La derecha vociferaba y hacía un ruido ensordecedor con los pies; la izquierda pedía a gritos: «la censura, la censura». Fue preciso amonestar seriamente a un imperialista, el barón Dufour, para que se restableciese el silencio...

Envolvíase el legitimista en la dignidad de sus tradiciones, de su fidelidad y de sus anhelos y trataba de revolucionario al imperialista; mientras que éste, en su foro interno, trataba de imbécil al legitimista. Pero como la urbanidad no le permitía emitir su opinión gritaba para resarcirse como un desesperado.

Pero desvanecidas quedaron tales esperanzas, cuando se recibió la noticia de que Mr. Dewey había obrado y obraba así contra el Gobierno Revolucionario por órden del Exemo. Mr. Mac-Kinley, que sugestionado por el partido imperialista, había decidido anexionar las Filipinas, cediendo tal vez á la ambición de explotar las inmensas riquezas naturales que oculta nuestro virgen suelo.

Yo admiro el alto vuelo de tu ideal conquista que, alzándose del lodo de la mortal miseria, abarca el mundo hispano con ojo imperialista, y aspira, por la magia del sabio y del artista, a establecer las bases de una mayor Iberia. España: nos desune del piélago la anchura; también la propia sangre de nos diferencia.

Pero se indignaba al considerar el desprecio con que el orgullo germánico trataba al pueblo ruso. ¿Dónde estaba, en los últimos cuarenta años de grandeza imperialista, la hegemonía intelectual de que alardeaban los alemanes?... Excelentes peones de la ciencia; sabios tenaces y de vista corta, confinado cada uno en su especialidad; benedictinos del laboratorio, que trabajaban mucho y acertaban algunas veces á través de enormes equivocaciones dadas como verdades por ser suyas: esto era todo.

En tan grave situación á todos aconsejaba moderación y prudencia, pues aun esperaba en la justicia y rectitud del Congreso de los Estados Unidos que no aprobaría las tendencias del partido imperialista, y escucharía la voz del almirante Dewey, que, como alto representante de América en estas islas, concertó y pactó conmigo y el pueblo filipino, el reconocimiento de nuestra Independencia.

Villaverde fué imperialista hasta la médula de los huesos, y por aquellos tiempos hizo alarde de su hostilidad al partido imperante. En mi querida ciudad natal todos eran conservadores, y al advenimiento del régimen monárquico más de un budista villaverdino soñó con títulos y blasones.

Se veía, pues, la intención de zaherir y de ridiculizar directamente al Gobierno filipino para provocar la lucha, siendo de notar que este acto, ya no era de la soldadesca, sino del mismo General Otis, á cuya política imperialista no convenía la llegada de la Comisión civil; y mucho menos, que encontrara á Filipinas en estado de paz, porque era evidente para dicho General como, para todo el mundo, que los filipinos se hubieran entendido y arreglado amistosamente con la citada Comisión, si hubiera ésta llegado y alcanzado el estado de paz.

Mac-Kinley al telegrama del General Otis, transmitiendo los deseos pacíficos del pueblo filipino, de vivir como Nación independiente; cuando, en fin, se fijaron en los términos del tratado de París cuya aprobación en lo referente á la anexión de Filipinas, fué saludada con gritos de júbilo y satisfacción por el partido imperialista dirigido por Mr.

Palabra del Dia

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