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Actualizado: 13 de octubre de 2025
Con la venida de éstos se tuvo noticia cierta de otros infieles como fueron los Quíes, confinantes con los Morotocos, pero de diferente lengua; los Curacates, situados hacia el Norte; los Zamucos, que aunque hablan la misma lengua de los Morotocos y usan de sus mismas armas, no obstante se distinguen de ellos en que se rapan la cabeza como los Tobas y Mocovíes, y en que las mujeres visten con más honestidad, cubriéndose desde la cintura hasta las rodillas; los Carerás y Zatienos ó Ibirayas, que viven junto á unas salinas, y otras naciones hacia el Mediodía, las cuales se extienden hacia las provincias amplísimas del Chaco.
Ya ni me acuerdo; sólo sé que llevaba mis bolsillos llenos de cheques en blanco, por prevención para responder en caso de apuro. ¡Y no me vinieron mal los cheques!... Además, nadie me apuraba. Mis «partners» eran mis amigos y conocían mi honestidad. El dinero ganado no les producía el menor gusto por sí mismo, sino por el triunfo que representaba.
Tales son los execrables raciocinios que han de acudir en ocasiones a la mente de Rafaela, y que, corroborados por la compasión y la ternura, pueden haber dado al traste con todos sus propósitos de honestidad, en tal cual deplorable momento.
Aquel que has visto alli del cuello erguido, Lozano, rozagante y de buen talle, De honestidad y de valor vestido: Es el DOTOR DON FRANCISCO SANCHEZ: dalle Puede qual debe Apolo la alabanza, Que pueda sobre el cielo levantalle. Y aun mas su famoso ingenio alcanza, Pues en las verdes hojas de sus dias Nos dá de santos frutos esperanza.
Todo era allí ausencia de honestidad; los muebles sin orden, en posturas inusitadas, parecían amotinados, amenazando contar a los sordos lo que sabían y callaban tantos años hacía. El sofá de ancho asiento amarillo, más prudente y con más experiencia que todo, callaba, conservando su puesto. Una ráfaga de viento apagó la última luz que alumbraba el cuadro solitario.
Si es que vuestra grandeza quiere llevar adelante el hacerme merced sin yo merecerla, déjeme que yo me las haya conmigo, y que yo me sirva de mis puertas adentro, que yo ponga una muralla en medio de mis deseos y de mi honestidad; y no quiero perder esta costumbre por la liberalidad que vuestra alteza quiere mostrar conmigo.
La muchedumbre, decía Aristóteles, más sirve a la necesidad que a la razón, más al temor de la pena que al puro amor de la honestidad virtuosa, y más al apremio que al premio: con que es preciso que para ingenios duros y abatidos se fulminen penas y establezcan tribunales de justicia que, o con el temor refrenen o bien con el castigo destruyan: Multitudo necessitati potius cuan rationi; & poenis quam honestati parit; idcirco adversus inobedientes, & hebetiores ingenio, castigationes paenas que instituere opportet; eos vero qui curari & emendari nequeunt, extrudere, & exterminare.
Pasaba Andrés con Preciosa honestos, discretos y enamorados coloquios, y ella poco a poco se iba enamorando de la discreción y buen trato de su amante, y él, del mismo modo, sí pudiera crecer su amor, fuera creciendo: tal era la honestidad, discreción y belleza de su Preciosa.
Constábale que la persona que la interrogaba así había vivido largos años orgullosa de su matrimonio legítimo, de su honestidad plebeya, de su marido trabajador, de que en la Fábrica los citasen a entrambos por modelo de familia unida, de que en cierta ocasión el jefe hubiese proferido palabras honrosas para ella, llamándole mujer «formal y de bien». Sí, Amparo lo sabía, y por eso callaba.
Ricote y su hija salieron a recebirle: el padre con lágrimas y la hija con honestidad. No se abrazaron unos a otros, porque donde hay mucho amor no suele haber demasiada desenvoltura. Las dos bellezas juntas de don Gregorio y Ana Félix admiraron en particular a todos juntos los que presentes estaban.
Palabra del Dia
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