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Actualizado: 21 de junio de 2025


Los alemanes, amontonados en Grand-Fontaine, huían en bandadas hacia Framont, unos a pie, otros a caballo, aligerando el paso, arrastrando pesados cajones, arrojando las mochilas y mirando para atrás, como si temieran que los franceses les fueran a los alcances.

Ahora, oídme bien: entre Falsburgo y San Dié hay varios desfiladeros para la infantería, pero no hay mas que un camino por el que puedan pasar los cañones: es la carretera de Estrasburgo a Raon-les-Leaux, que va por Urmatt, Mutzig, Lutzelhouse, Framont y Grand-Fontaine. Una vez dueños de tal entrada, los aliados podrán invadir la Lorena.

La gente paseaba por las calles de Grand-Fontaine; un corro de muchachas se hallaba parado delante del lavadero; algunos viejos, cubiertas las cabezas con gorros de algodón, fumaban una pipa junto a la puerta de sus casuchas. Aquel enjambre humano, en el fondo de la llanura azulada, iba, venía y se agitaba sin que un aliento o un suspiro llegase al oído de los cazadores.

En Grand-Fontaine, todo lo destruían por venganza, forzaban puertas y ventanas, maltrataban a las gentes, exigían comidas y bebidas sin dilación y perseguían a las muchachas hasta los graneros.

Materne tuvo la idea de disparar contra el caballo, pero no se atrevió a hacerlo porque iba demasiado de prisa. Apenas hubo llegado al bosque de bayonetas enemigas, Riffi desapareció. Todo el mundo creyó que había muerto asesinado; pero una hora después se le vio pasar por la calle Mayor de Grand-Fontaine, con las manos atadas a la espalda, seguido del caporal schlague, que empuñaba una baqueta.

Y cuando se han atracado de todo esto hasta no poder más, gritan con la boca llena: ¡schokolate, schokolate! ¡Dios mío! ¡Dios mío!... ¿Cómo vamos a alimentar a esta gente? Ya que la cosa es muy difícil dijo el cazador ; los grajos nunca tienen bastante queso. Pero, vamos a ver, ¿dónde están esos cosacos, bávaros y austriacos? Desde Grand-Fontaine no hemos encontrado ni uno solo.

Hace un momento Frantz Materne, a quien había mandado que hiciera un reconocimiento, y todos los peatones de Piorette, de Jerónimo y de Labarbe han venido a decirme que los alemanes regresan a Mutzig. Materne padre y Kasper, después de enterrar a los muertos, han averiguado en Grand-Fontaine que no se ve nada anormal del lado de San Blas de la Peña.

Aquella noche, hacia las dos de la madrugada, comenzó a nevar; al despuntar el día hubo necesidad de ponerse en movimiento y de darle de firme a las suelas. Los alemanes habían abandonado Grand-Fontaine, Framont y Schirmeck. Lejos, muy lejos, en las llanuras de Alsacia, se veían unos puntos negros, que eran sus batallones en retirada.

Durante la batalla, y hasta que cerró la noche, los habitantes de Grand-Fontaine habían visto al loco Yégof, de pie, en la cima del pequeño Donon, con su corona en la cabeza y el cetro en alto, transmitiendo órdenes, como un rey merovingio a sus imaginarios ejércitos. Lo que aconteció en el espíritu de aquel desdichado cuando vio a los alemanes en completa derrota nadie puede saberlo.

Palabra del Dia

rigoleto

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