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Actualizado: 2 de octubre de 2025


Después, sus sucesores inmediatos, con mayores raíces en el país, se atrevieron a continuar su obra. Carlos III, para civilizar a España, sólo tuvo que meter mano a la Iglesia, limitando sus privilegios y sus rentas, cuidando las cosas de la tierra y olvidando las del cielo. Se vio el mismo espectáculo que en nuestro siglo, cuando los gobiernos tocan los intereses eclesiásticos.

Si para lograr este fin se valió de la Inquisición, quemó herejes e hizo no pocas otras atrocidades e insolencias, muy mal hecho estuvo; pero ¿dónde fueron entonces los príncipes y los gobiernos más clementes y humanos? Ni en calidad ni en cantidad pueden compararse las víctimas sacrificadas por Felipe II a las que sin Inquisición se sacrificaron en Alemania, en Francia o en Inglaterra.

Y una vez que esta doctrina adquiere la fuerza de la experimentacion, naturalmente se pregunta uno: ¿por qué han creido los gobiernos que el rigor, la penalidad terrible es el remedio seguro para corregir el crimen? ¡Lamentable error, fruto de la barbarie de las sociedades!

Los gobiernos no quieren ejército: saben que es inútil para la defensa exterior de la nación, pues la fortuna nacional no permite su mantenimiento, y les basta con una organización embrionaria, que vive en pleno desorden, agitada por incesantes y contradictorias reformas, copiando los adelantos extranjeros, como una muchacha pobre imita las galas de la gran señora.

De Berna solamente, ciudad que solo cuenta treinta mil habitantes, parten diez y nueve carreteras, tan sólidas, tan lisas, tan cuidadas, tan bellas, que nada dejan que desear. Admira doblemente semejante estado de las vias públicas, recordando que el pais, subdividido en tantos gobiernos como cantones, y pobre como es, apénas se comprende quién y cómo las ha hecho.

Imagínese usted, mi caro amigo, si codiciando para este tesoro prestaré grande atención a los defectos e inexactitudes de la vida de Juan Facundo Quiroga ni de nada de cuanto he abandonado a la publicidad. Hay una justicia ejemplar que hacer y una gloria que adquirir como escritor argentino; fustigar al mundo y humillar la soberbia de los grandes de la tierra, llámense sabios o gobiernos.

Así es que, si en el reglamento de censura se prohíbe hablar contra la religión, contra las autoridades, contra los gobiernos y los soberanos extranjeros, y contra otra porción de materias, es porque se ha presumido con mucha razón que era imposible hablar mal de esas cosas, diciendo verdad. Y para mentir más vale no escribir. Todo esto es claro; es más que claro, casi es justo.

Si los gobiernos constitucionales tienen su proceso en los presupuestos, los absolutos lo tienen en el aspecto de las poblaciones y los campos. Allí, en vez de la soledad y la tristeza del resto de Castilla, hay una pompa de vegetacion que arrebata y deleita. Aquel país es un verdadero paraíso, durante la primavera.

Después exclamó: Pero ¿es posible que con tal descaro se mienta? ¡Si cabalmente lo que más gracia me hace en ese hombre dijo al cabo S.E. es su especial habilidad para mentir sin faltar por completo a la verdad! No comprendo... ¿A usted le ha dicho, quizá, que ha sido embajador? Poco menos...; y que los gobiernos han combatido siempre en las urnas su candidatura, por el miedo que les inspiraba.

El pueblo sabe leer y escribir, y este santo pan del alma, que se llama instruccion, que regatean y escasean en muchas naciones de Europa los gobiernos, se otorga y se sirve abundantemente al pueblo en Munich y en la Alemania toda, en especial en Sajonia, que con la Suiza componen las dos naciones del mundo donde la instruccion está mas extendida.

Palabra del Dia

mármor

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