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Actualizado: 10 de octubre de 2025
Capítulo LXIII. De lo mal que le avino a Sancho Panza con la visita de las galeras, y la nueva aventura de la hermosa morisca Grandes eran los discursos que don Quijote hacía sobre la respuesta de la encantada cabeza, sin que ninguno dellos diese en el embuste, y todos paraban con la promesa, que él tuvo por cierto, del desencanto de Dulcinea.
Era la armada de treinta y seis velas, y entre ellas habia diez y ocho galeras, y cuatro naves gruesas, la mayor parte armadas con dinero del Rey, y de Roger, que para la ejecucion de esta jornada gastó la hacienda que adquirió en las guerras pasadas, y tomó veinte mil ducados de los Genoveses en nombre del Emperador Andronico.
Los expulsados Caballeros de Rodas vagaban por el Mediterráneo en sus galeras, ansiosos de tomar en los corsarios algún desquite. Dos galeras de los Caballeros de Rodas avistaron la galera del corsario y la persiguieron con ahínco; pero la galera del corsario era ligerísima y despiadados sus cómitres.
Habíase puesto de pie para describir mejor aquellos instantes de lucha desesperada. Ya íbamos llegando a las galeras decía.
Los soldados de las galeras disparaban infinita artillería, a quien respondían los que estaban en las murallas y fuertes de la ciudad, y la artillería gruesa con espantoso estruendo rompía los vientos, a quien respondían los cañones de crujía de las galeras.
A mediados de 1637 habían ya llegado á Sevilla presos multitud de esclavos de los pueblos de la provincia, los cuales fueron en 24 de Agosto embarcados y conducidos á Cádiz, donde los llevó á Levante para remar en las galeras, y otros muchos salieron de nuestra ciudad á pie, siendo conducidos á Cartagena.
Las galeras respondió el cautivo eran de don Sancho de Leyva; la libertad no la conseguimos, porque no nos alcanzaron; tuvímosla después, porque nos alzamos con una galeota que desde Sargel iba a Argel cargada de trigo; venimos a Orán con ella, y desde allí a Málaga, de donde mi compañero y yo nos pusimos en camino de Italia, con intención de servir a su majestad, que Dios guarde, en el ejercicio de la guerra.
Encendida una guerra, y empuñada una espada, lo muy cierto esta dudoso, cuanto mas lo que está en duda. Antonio Rocanegra, capitan genovés, hallando cortado él paso para sus galeras, con hasta cuarenta soldados se pudo en defensa en lo alto de un collado.
Ordenose que Ramon Montaner con hasta treinta y seis velas que habia en nuestra armada, y entre ellas cuatro galeras, llevasen las mujeres, niños, y viejos, por mar á la ciudad de Cristopol, despues de haber desmantelado todos los presidios que en aquellas costas se tenian por nosotros, como Galípoli, Nona, Pacía, Modico, y Megarix.
Mas una de las guardas le dijo: -Señor caballero, cantar en el ansia se dice, entre esta gente non santa, confesar en el tormento. A este pecador le dieron tormento y confesó su delito, que era ser cuatrero, que es ser ladrón de bestias, y, por haber confesado, le condenaron por seis años a galeras, amén de docientos azotes que ya lleva en las espaldas.
Palabra del Dia
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