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Actualizado: 28 de mayo de 2025


Que retrató a Góngora es seguro, pues Pacheco lo atestigua. No esta tan fuera de duda que este retrato sea el que se conserva en el Museo del Prado con el núm. 1.085. El poeta, residente entonces en Madrid, tenía sesenta años; hay imágenes suyas semejantes a ésta, y Velázquez traía encargo de retratarle, circunstancias propicias a que admitamos la autenticidad.

D. Manuel Góngora y Martínez refiere en sus Antigüedades prehistóricas de Andalucía, que en varias cuevas llamadas de letreros, los hay al parecer ininteligibles y en abundancia. Ahora bien; yo tengo un amigo muy docto que trabaja con éxito en descifrar dichos letreros, eclipsando la gloriado Champollión.

El erudito don Diego Ignacio de Góngora consigna el caso brevemente en un manuscrito, y de él se viene en conocimiento de que el hijo del carnicero, favorecido por las sombras de la noche, penetró en la iglesia de San Roque con los más perversos instintos.

Finalmente, la pintura de esta cabeza de Góngora es más seca, dura y cansada que muchas de las que hizo antes de venir a Madrid el soberano artista a quien se atribuye.

He recibido hoy una pequeña remesa, y la distribuyo entre las amigas que ha tiempo me la han pedido.... Si habré olvidado el cucurucho de Doña María de la Paz.... ¡Ah! no, aquí está. Me hará usted el favor de entregárselo. Estos otros son para la Excelentísima Señora Condesa de Rumblar, para las monjas de Góngora, para el Sr.

No fue en la suerte de sus retratos afortunado el gran artista: los de los ilustres poetas y las mujeres hermosas, como Góngora y Quevedo, la dama inglesa y la Chevreuse, se han perdido: en cambio quedan de su mano aquellos rostros de príncipes y aquellas figuras de bufones, donde dolorosamente se ve nuestra triste decadencia.

Para vivir tranquilos y sustentarse en una época de incultura, los poetas buscaban la sombra de la Iglesia y se cubrían con sus hábitos. Lope de Vega, Calderón, Moreto, Tirso de Molina, Mira de Amescua, Tárrega, Argensola, Góngora, Rioja y otros, eran sacerdotes, muchos de ellos después de una vida borrascosa.

Don Juan Fresco, excitada su curiosidad y estimulada su actividad infatigable, desde que el Sr. Góngora, publicando en 1868 sus Antigüedades, le puso sobre la pista, se ha dado a buscar letreros en Cuevas escritas y en otros monumentos que hay cerca de Vesci, y los ha hallado y reunido en mucha copia.

Si las obras de Góngora se hubiesen estudiado con juicio y previsión, en vez de producir imitaciones descabelladas y copias absurdas y ridículas, podían haber enriquecido á la literatura española con un copioso tesoro de gráficas locuciones, giros é imágenes.

Los paseos dominicales cesaron cuando Elías tuvo ocupaciones y preocupaciones que le apartaban de su casa: entonces ella se limitó á oír misa muy de mañana en las monjas de Góngora, y en esta expedición lo acompañaba, una criada alcarreña llamada Pascuala, que Coletilla había tomado á su servicio.

Palabra del Dia

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