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Actualizado: 29 de junio de 2025
El deber, el deber... es cumplir con la gente, ¡Fermo! ¿Y por qué se le ha antojado al espantajo de don Cayetano encajarte ahora esa herencia? ¿Qué herencia? De Pas daba vueltas en una mano al sombrero de teja, de alas sueltas, y se apoyaba en el marco de la puerta, indicando deseo de salir pronto. ¿Qué herencia? repitió.
Carraspique dio un salto. El Obispo, saliendo de su oratorio, con las manos en cruz, se acercó al Provisor. Por Dios, Fermo, por Dios te pido que me dejes.... ¿Qué?... Ir yo mismo; ver a ese hombre... quiero verle yo... a mí me ha de obedecer... yo he de persuadirle.... Que traigan un coche si no quieres que me vean, una tartana, un carro... lo que quieras.... Voy a verle, sí, voy a verle....
Además, ya ella, por su servicio de policía secreta, y por lo que observaba directamente, había llegado a comprender que su hijo había perdido su poder sobre la Regenta. Si antes la maldecía porque la creía querida de su Fermo, ahora la aborrecía porque el desprecio, la burla, el engaño, la herían a ella también. ¡Despreciar a su hijo, abandonarle por un barbilindo mustio como don Álvaro!
¡Qué Brigadiera... madre... qué Brigadiera!... Es que no podemos hablar de estas cosas... pero... si yo le explicara a usted.... No necesito saber nada... todo lo comprendo... todo lo sé... a mi modo. Fermo, ¿te fue bien toda la vida dejándote guiar por tu madre, en estas cosas miserables de tejas abajo? ¿Te fue bien? ¡Sí, madre mía, sí! ¿Te saqué yo o no de la pobreza?
Preguntar aquello le parecía una irreverencia, un sacrilegio que hubiera puesto a Fermo fuera de sí, y no había para qué. Adiós, madre dijo don Fermín cuando doña Paula calló por no atreverse con la pregunta sacrílega. Ya estaba en la escalera el Magistral cuando oyó a su madre que decía: ¿De modo que hoy tampoco vas a coro? Señora, si ya habrá concluido....
Fermo... a buen entendedor.... Mira, Fermo... tú no te acuerdas, pero yo sí... yo soy la madre que te parió ¿sabes? y te conozco... y conozco el mundo... y sé tenerlo todo en cuenta... todo.... Pero de estas cosas no podemos hablar tú y yo... ni a solas... ya me entiendes... pero... bastante buena soy, bastante he callado, bastante he visto.
Fermo, si siempre ha sido así, ¿por qué te me tuerces? ¿Por qué te me escapas? Si no hay tal, madre. Sí hay tal, Fermo. No eres un niño, dices... es verdad... pero peor si eres un tonto.... Sí, un tonto con toda tu sabiduría. ¿Sabes tú pegar puñaladas por la espalda, en la honra? Pues mira al Arcediano, torcido y todo, las da como un maestro... ahí tienes un ignorante que sabe más que tú.
Era el suyo un cariño opresor, un tirano. Fermo, además de su hijo, era su capital, una fábrica de dinero.
¡Locuras, señor, locuras! rugió el Provisor sacudiendo la cabeza. ¡Pero Fermo, es un alma que se pierde!... No hay que salir de aquí... Ir... el Obispo... a un hereje contumaz..., absurdo.... Por lo mismo, Fermo... ¡Bueno! ¡bueno!
No ha visto usted nada... Tienes razón... no he visto... pero he comprendido y ya ves... nunca te hablé de estas... porquerías, pero ahora parece que te complaces en que te vean... tomas por el peor camino.... Madre... usted lo ha dicho, es absurdo, es indecoroso que usted y yo hablemos, aunque sea en cifra, de ciertas cosas.... Ya lo veo, Fermo, pero tú lo quieres. Lo de hoy ha sido un escándalo.
Palabra del Dia
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