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Actualizado: 14 de junio de 2025
Corrieron los polizontes, llevándose presos por un lado a dos mozos que se lamentaban de haber perdido sombreros y bastones, mientras por otro eran conducidos a una farmacia varios «nazarenos» sin capucha, que se llevaban las manos a la cabeza con ademán doloroso.
Maxi se estiró en la cama, y cerrando los ojos, cayó al instante en profundo sueño, cual si se hubiera bebido todo el láudano de la farmacia. ii Fortunata no se acostó en la cama, porque hacía mucho calor. Echose medio vestida en el sofá, y a la madrugada, después de haber dormido algunos ratos, sintió que su marido estaba despierto.
No se extrañe tampoco la ausencia en ella de diversos gases que generalmente existen en disolución en las aguas minerales salinas, pues siendo la temperatura del manantial casi igual á la de la ebullición según datos proporcionados al digno catedrático de farmacia D. Fernando Benítez, se comprende que á dicha temperatura se hayan desprendido los que pudiera haber contenido en disolución.
Lo malo era que desde que ingresara en la botica, seríale preciso ausentarse de su casa días enteros, y esto le ponía en ascuas. Ocurriósele entonces lo que se le ocurre a cualquier celoso, salir un día, diciendo que iba a la farmacia, y volver en seguida. Hízolo una vez, y no sorprendió nada: Fortunata estaba en la cocina. Repitió la treta, y lo mismo: estaba cosiendo.
Todos los momentos que la farmacia le dejaba libre, aprovechábalos para correr a casa de su amigo y prestarle cualquier servicio que estuviese a su alcance: era tan bueno, tan cariñosote, tan respetuoso, que apesar de la distancia que los separaba y que el boticario se complacía en reconocer, D. Bernardo condescendió magnánimamente a tratarle, a dejar que le acompañase en el paseo y hasta a dar alguna que otra vez una vuelta por la botica y jugar allí un tresillo.
»También ha mejorado algo el estilo de nuestros zapateros; pero poca cosa. »Vive todavía Gorrilla el platero, y en su mismo tenducho lóbrego de la Rinconada de la Colegiata. Lo tendrá; pero dudo que lo haya adquirido con el oficio. Es, como ha sido siempre, la encarnación viva de la parsimonia y del bienestar, en la mejor farmacia del mejor de los pueblos del mejor de los mundos posibles.
Supo además el anciano que doña Lupe no vivía ya en Chamberí, sino en la calle del Ave María, y que todo el tiempo que le dejaba libre a Maxi la farmacia, lo empleaba en darse buenos atracones de lectura filosófica. Le había dado por ahí. Luego hablaron de otras cosas.
Tenía las llaves de la farmacia, de los depósitos de ropas, de leña gruesa, de sarmientos; los bonos de pan firmados por el alcalde iban escritos de mano de ella; si añadía de lo suyo a la liberalidad comunal, nadie se enteraba, y los pobres recibían el beneficio sin saber nunca la mano que se lo daba.
No es posible figurarse la profunda gratitud que el bueno de Hojeda guardaba a su amigo por estas mercedes. Había permanecido célibe, y gracias a sus economías, consiguió formar en algunos años un capitalito, cuyas rentas debían ir acumulándose a él, porque lo mismo gastaba hoy que el día en que abrió al público su farmacia.
Palabra del Dia
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