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Si un poeta fantástico de nuestros días se propusiese, en un arrebato de excéntrica originalidad, escribir una obra llena de disparates, podría difícilmente asemejarse á la de Lope, y, sin embargo, este aborto de la imaginación más desarreglada, nos ofrece muchos rasgos admirables en el oleaje de sus absurdas visiones. La rareza de esta comedia nos autoriza para darla á conocer más exactamente.

Al frente se veían las mil luces de la ciudad, como la iluminación caprichosa de uno de esos «pesebres» ó «nacimientos» que se usan en los paises españoles, iluminacion que tenia no qué de aéreo y fantástico, haciendo juego con los reflejos pálidos de un cielo estrellado en cuyo fondo profundo no se veia una sola nube.

Arboles de gigantesca altura han brotado en los profundos fosos que lo rodean, y su cima alcanza apenas á los huecos de las ventanas más bajas. Esta vegetación gigantesca, en que se pierde confusamente la base del edificio, acaba de darle un color de fantástico misterio.

Dibujaba, como siempre, caprichos caligráficos con remates de la fauna y la flora del arabesco más fantástico. Sentía el alma, después del cambiazo que a sus deseos acababan de dar las circunstancias, llena de música; no le cantaban los oídos, le cantaba el corazón.

Llevaba puesto un traje casero muy sencillo, blanco, corto, huérfano de adornos y cuyas mangas descubrían los brazos: mostraba el cuello desahogado y libre; el pelo húmedo hacia las sienes, y la tez algo encendida, como azotada por el frescor del agua. La figura se destacó por claro sobre el cortinaje oscuro, semejando personaje de dibujo fantástico.

Un lento trabajo que venía minando desde mucho antes, con labor sorda y subterránea, la parte inconsciente de Ferragut hizo de pronto explosión. Siempre que veía á la viuda, este inconsciente se agitaba, presintiendo que la había conocido mucho antes del viaje trasatlántico. Ahora, bajo una luz de fantástico resplandor, los vagos pensamientos se precisaron.

Si el hombre de imaginación tiene una compañera de temperamento fantástico como el suyo, ambos corren peligro de precipitarse en la desgracia.

Para contrarrestar aquella excesiva sensibilidad, aquel temperamento débil y vacilante y el humor fantástico y sombrío de que daba en ocasiones tristes muestras, se hubiera necesitado una educación viril al aire libre, un maestro inteligente y enérgico que supiera despertar en su organismo el brío y la resolución de los Campo. Sucedió lo contrario desgraciadamente.

El Guzmán de Alfarache, de Alemán; el Gran tacaño, de Quevedo, y el Marcos de Obregón, de Espinel, son las obras maestras de esta especie, llenas de un conocimiento profundo del corazón humano, de gracia inagotable, de animación y de sal, que por sus descripciones exactas de la vida ordinaria forman la más decidida oposición con el mundo ideal y fantástico de las obras coetáneas; pero no desnudas por esto de invención poética.

Ved aquí reunido y palpable cuanto de bello y fantástico ha cantado la poesía