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Actualizado: 19 de mayo de 2025


«Pues mire usted dijo Villalonga : las casas serán todo lo malas que usted quiera; pero hay en las del extranjero una costumbre que maldita la gracia que tiene. Me refiero a la falta de maderas en los balcones y ventanas, por lo cual entra la luz desde que Dios amanece, y no puede usted pegar los ojos». ¿Pero usted cree que por allá hay alguien que se esté durmiendo hasta el medio día?

No vacilaba y no discutía con mi destino: tenía suficiente energía, suficiente orgullo para vivir sola aun en el extranjero. Pero temblaba por Marta, que, menos que nunca, podía vivir sin consuelo ni afecto. El día de su casamiento parecía todavía muy lejano.

Reflexionó un momento, pensó mis palabras, suspiró, y luego me contestó: «Es imperativo, Leighton. No tengo otra alternativaPor eso he sospechado que procedió así bajo presión. ¿Cree usted que este extranjero estaba en condiciones de exigírselo? El abogado sacudió afirmativamente la cabeza.

Otro extranjero tenemos en Sevilla, un tal sir John Burnwood.

¡Qué desgraciado será el Abelardo de esa Eloísa! dijo Rafael al verla salir. María, además de su hermosa voz y de su excelente método, tenía, como hija del pueblo, la ciencia infusa de los cantos andaluces, y aquella gracia que no puede comprender y de que no puede gozar un extranjero, sino después de una larga residencia en España y sólo identificándose, por decirlo así, con la índole nacional.

Aborrecía todo lo extranjero, y muy particularmente aquel París, donde imaginaba que los Quiñones de León no tenían influencia muy decisiva. Hasta sospechaba vagamente, con horror, que eran desconocidos. Por supuesto que procuraba apartar la mente de tan disparatada idea. Si llegase a penetrar por completo en su espíritu, ¿qué le restaba al noble caballero? Morir, y nada más.

¿Cómo ha de salir con su intención? Y suponga usted que quiere tirar su dinero y perderse, ¿no puede uno aquí morirse siquiera, sin tener un empeño para el oficial de la mesa? Puede perjudicar a los que hasta ahora han hecho de otra manera, eso mismo que ese señor extranjero quiere. ¿A los que lo han hecho de otra manera, es decir, peor? , pero lo han hecho.

»Corrí a la ventana para llamarle, pero Carlos me detuvo: veía atravesar una de las calles de árboles al anciano, que se alejaba en el parque, y reconociéndole en aquel instante, exclamé: »¿Es el extranjero que, en el castillo de Arcos, fue preguntando por usted en la tarde del funesto día en que nos separamos? »El mismo.

Todos los jóvenes se deben a su rey y a su patria en estos terribles días en que un miserable extranjero se atreve a conquistar a España. Hijo mío, mucho te amo; pero prefiero verte muerto en los campos de batalla y pisoteado por los caballos franceses a que se diga que el hijo del conde de Rumblar no disparó un tiro en defensa de su patria.

Eso sólo se cría en esta tierra: es un regalo de Dios...; y, con tanta riqueza, fabricamos cognac o vinos de imitación porque el Jerez, el verdadero Jerez ya no está de moda, según dicen esos señores del extranjero! Aquí se acaban las bodegas.

Palabra del Dia

atormentada

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