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Actualizado: 9 de julio de 2025
La lágrima fecunda y divina de la Vírgen cristiana, ese es aquel soldado muerto, esa es aquella sublime pintura, ese es el arte del Evangelio, ese es el arte del cristianismo.
4 sino por haber sido aprobados de Dios para que se nos encargase el Evangelio, así hablamos; no como los que agradan a los hombres, sino a Dios, el cual prueba nuestros corazones. 5 Porque nunca fuimos lisonjeros en la palabra, como sabéis, ni tocados de avaricia; Dios es testigo;
En cambio el partido católico tiene consigo toda la riqueza del país y toda la aristocracia, pero le hacen falta jóvenes, por lo cual no es difícil que un muchacho de valer como usted logre distinguirse pronto... Créame á mí, señorito, créame á mí... Es el Evangelio lo que usted está oyendo.
24 Porque: Toda carne es como la hierba, y toda la gloria del hombre, como la flor de la hierba. Se seca la hierba, y la flor se cae; 25 mas la palabra del Señor permanece para siempre. Y esta es la Palabra que por el Evangelio os ha sido anunciada. 3 si empero habéis gustado que el Señor es benigno;
Para el Padre Ambrosio la revelación era de varios modos y no acababa nunca. Con frecuencia salían de su boca estas palabras que San Juan, en su evangelio, pone en los labios de Cristo: Aún tengo que deciros muchas cosas; mas no las podéis llevar ahora. Muchas cosas quedaban aún por revelar.
12 A los cuales fue revelado, que no para sí mismos, sino para nosotros administraban las cosas que ahora os son anunciadas de los que os han predicado el Evangelio por el Espíritu Santo enviado del cielo; en las cuales desean mirar los ángeles.
El cardenal don Pedro Gomez de Mendoza ordenó un catecismo para que con él fuesen doctrinados, i tambien hizo algunas leyes para castigo de todos cuantos se separasen de lo que enseña el Evangelio.
Ofrecióle a San Vicente haciendo decir una misa, y a la Epístola ya tenía cabeza, al Evangelio brazos, al Consagrar piernas, y al fin se hallaron con un bello niño. "En Lisboa vivía corrida una dama por ser tan fea, que era la risa de los que la veían.
Pero por no gastar con barberos, prevenimos siempre de aguardar a que otro de los nuestros tenga también pelambre y entonces nos la quitamos el uno al otro, conforme lo del Evangelio: «Ayudaos como buenos hermanos». Traemos gran cuenta en no andar los unos por las casas de los otros, si sabemos que alguno trata la misma gente que otro. Es de ver cómo andan los estómagos en celo.
Murió el duque de Medinasidonia D. Enrique de Castilla, hijo natural de D. Enrique II y de D.ª Juana de Sousa, y el rey D. Enrique III escribió al cabildo que le diese sepultura en la capilla mayor al lado del Evangelio. En este sitio estuvo, en un sepulcro de madera primorosamente esculpido, hasta mediados del siglo XVI, en que fué el arca sacada de allí.
Palabra del Dia
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