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Recuerdo yo, no haber leído, sino haber oído contar, en el aula del Seminario donde estudié Filosofía, sin averiguar más tarde en qué autoridad, documentos o testimonios se apoyaba la historia, que el doctísimo Cornelio a Lápide fue en su niñez una criatura casi tonta o insignificante por lo menos, pero que paseando un día por los alrededores de su lugar, tuvo la desgracia o la fortuna de encontrarse en medio de dos partidas o bandos de muchachos, que estaban apedreándose, y de recibir en la cabeza una tremenda pedrada.

Cuando sucede esto último y del misterio de la maternidad el hombre no hace cuenta sino de los fugitivos instantes de epilepsia que acompañan a la cópula, al acto de engendrar y concebir, entonces el esposo envilece a la esposa, y ¿cómo ha de respetar aquello que envilece? Prosigo. Estudié bastante tiempo la medicina, libremente y conforme mi arbitrio.

¿Madurará en la realidad esa esperanza? Vosotros, los que vais a pasar, como el obrero en marcha a los talleres que le esperan, bajo el pórtico del nuevo siglo, ¿reflejaréis quizá sobre el arte que os estudie imágenes más luminosas y triunfales que las que han quedado de nosotros?

¿Ateca? ¡Buena tierra! ¡Buenos torreznos! ¡Buena fruta!... ¿Y no estudias, hombre, no estudias? , señor: estudio para abogado. ¡Bueno está eso! dijo el clérigo con risa brutal. ¡Abogado! ¿De qué sirve eso? ¿Por qué no estudias Teología y Cánones? Algo de eso estudié en Zaragoza. ¡Zaragoza! ¡Buena tierra!

Lleno yo de entusiasmo por la magistratura, y aborreciendo la carrera militar a que querían destinarme, estudié leyes en la Universidad; pero puedo asegurar a usted que a pesar de eso hubiera salido buen abogado, pues era raro mi talento, sobre todo para ese estudio.

No pagar feudo a mesones y hosterías, no siendo tan devoto para romero, y sospechando que mi vestido de soldadesca me reclutase a fuerza viva para esas banderas de Italia, resolví cobijarme uno de tantos disfraces como aprendí y estudié con la noble caballería de la industria.

Acaso sea para como un alivio. »Estudié en Valencia la carrera de Derecho; me gradué de abogado en Julio de 1859.

¡Mira, mira, majaderillo, lo que me dice el director! exclamó lleno de cólera. ¿Es esta manera de portarse? ¿Qué dirá tu padre cuando venga y lo sepa? ¿Para eso procuro yo que te diviertas?... El fuerte de tío Manolo no era la lógica: porque procurar que se divierta un chico no es procurar que estudie.

Al notar la afluencia tumultuosa que se disputa la entrada en los citados sitios, diríase que Paris come en la calle, que la familia no existe: y á la verdad que no seria muy aventurada semejante asercion; pues todo pensador que estudie la familia en Paris estamos seguros que se desconsolará profundamente.

Infiero yo de aquí que no reflexionan derechamente los que, llenos de terror de que haya tanto letrado en España, dicen que deben dificultarse las carreras a fin de que muchos tomen oficio o se empleen en más humildes menesteres; porque nuestras aficiones hidalgas o señoriles no lo consentirán nunca; y, si el que estudia algo, aunque sea poco, se convierte hoy en autor, cuando no estudie nada, y no espere regalo y favor de las musas, como ya hacen muchos que no han cursado en las Universidades, se convertirá en hacendista, y las cosas empeorarán.