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Actualizado: 25 de julio de 2025


Con voz tierna, cuyas entonaciones musicales eran destinadas a dulcificar la significación de las palabras, como una buena salsa disimula un mal manjar, dijo: Tiene usted razón, María Teresa, de preocuparse únicamente de la salud del señor de Chanzelles. ¿Qué importa lo demás al lado de eso? Sabremos esperar con paciencia días mejores; seguiremos de novios un año... dos años si es necesario.

¡Ay! ¡Cuándo y dónde, encontraré un pueblo en la tierra, en que no se me mire al pecho y á los piés, como para ver si llevo cadena y bota de charol; para ver si pueden esperar de una propina; sino que se me mire á la frente y á los ojos, para ver si tengo talento y bondad con que hacer un bien á este mundo!

Para esto de chamuscar casadas y encender doncellas no tenía coteja. Gran devoto de San Rorro, patrón de holgazanes y borrachos, vivía, como dicen los franceses, au jour le jour, y tanto se le daba de lo de arriba como de lo de abajo. Mientras encontrara sobre la tierra mozas, vino, naipes, pendencias y francachelas, no había que esperar reforma en su conducta.

Por consiguiente, al pedir usted mi mano, no espera, no puede esperar, que le con ella ese cariño, ni las llaves de mi corazón, ni el derecho de preguntarme siquiera por lo que yo tenga encerrado en él.

Las tazas, vueltas boca abajo sobre los platillos, parecían esperar pacientes la mano piadosa que les restituyese su natural postura; los terrones de azúcar empilados en las salvillas de metal, remedaban materiales de construcción, bloques de mármol blanco desbastados para algún palacio liliputiense.

Si no me contestas dentro de cuarenta y ocho horas, será señal de que nada puedo esperar, y esta misma semana saldré de Madrid para no volver nunca. Adiós, Cristeta de mis ojos. Medita bien lo que resuelves, que va de veras, y acuérdate de tu desgraciado

Y cuando ni en Atenas ni en Roma apareció el núcleo de los super-hombres, bien podemos esperar que no aparezca en el día ni en Inglaterra, ni en Francia, ni en Alemania, ni en Rusia, ni en los Estados Unidos. En fin, allá veremos cómo explica todo esto el Sr.

Al tiempo de colgárselo, Julita acercó la boca a su oído y le dijo graciosamente: Si lo hubieras traído siempre, no te habrían herido. Y sin esperar contestación salió dando brincos. Cuando estuvo en el pasillo, se quedó inmóvil de repente, meditó un momento, y dibujándose en su rostro una sonrisa de placer, siguió corriendo a su cuarto y acto continuo se puso a escribir.

Aquella oficina era lo único accesible del edificio, donde se podía entrar á la buena de Dios, sin miedo á esperar ni á porteros inflexibles. ¿Está el Capi?... preguntó Aresti á los escribientes que trabajaban tras un atajadizo de cristales. ¡Pasa, Planeta, pasa! gritó alguien tras una puerta del fondo del corredor.

Pues bien, hijo mío, yo voy a hacer la comisión... Ven conmigo a esperar la contestación, si hay alguna. Y el señor de Maurescamp, seguido del muchacho, volvió sobre sus pasos, atravesó rápidamente el patio y entró en sus habitaciones.

Palabra del Dia

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