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Actualizado: 22 de junio de 2025


Una grúa movía los moldes, volteándolos cuando el acero se solidificaba; y aparecía el lingote cónico, en forma de pan de azúcar, de un blanco rosa, como si fuese de hielo con una luz interior, esparciéndose las cenizas de su enfriamiento al abandonar la envoltura.

A las tres horas de navegación, aprovechando seis bogas, atracamos en el rústico embarcadero de Pitogo. Este pueblecito se halla situado en una prominencia que domina un extenso y limpio horizonte. Las casas ocupan la estribación de la montaña, esparciéndose hasta la misma playa. Entre esta y las cúspides de la prominencia, se levantan el Tribunal, la iglesia y el convento.

Según vaya subiendo el sol me decía don Sabas desde su plinto calcáreo , y arreciando el remusgo allá abajo, irá la niebla esparciéndose y dejándose ver lo que está tapado ahora... ¡Pues también es cosa de verse desde aquí la salida del sol!... Y algún día hemos de verlo, si Dios quiere... y mejor desde más arriba... desde allá...

Los jardineros del barrio de la Macarena fueron llamados por la madre del espada, y el templo de San Gil se llenó de flores, formando altos ramos como pirámides en los altares, esparciéndose en guirnaldas entre los arcos, pendiendo en gruesos ramilletes de las lámparas. Fue una mañana de sol cuando se verificó la santa ceremonia.

La noticia, esparciéndose por la vega, hacía venir como en procesión á todas las gentes de una legua á la redonda. Los tres guapos no quedaban solos un momento.

Eran á modo de campamentos rodantes que se inmovilizaban muchas horas y hasta días en los apartaderos, dejando paso libre á los convoyes impulsados por las necesidades apremiantes de la guerra. La muchedumbre, habituada á las detenciones interminables, desbordaba fuera del tren, instalándose ante la locomotora muerta ó esparciéndose por los campos inmediatos.

Cuando oyó el canto del órgano que se elevaba suavemente, como un murmullo esparciéndose por toda la iglesia, el abate Constantín se sintió tan conmovido, tan contento, que los ojos se le llenaron de lágrimas. No recordaba haber llorado desde el día que Juan le dijo que quería repartir su patrimonio con la madre y la hermana de los que cayeron al lado de su padre bajo las balas alemanas.

Rafael, sonriendo al poderoso santo como a un amigo de su niñez, pasó el puente y entró en el Arrabal, la ciudad nueva, anchurosa y despejada como si las apretadas casas de la isla, cansadas de la opresión, hubiesen pasado en tropel a la ribera opuesta, esparciéndose con el alborozo y el desorden de colegiales en libertad. El diputado se detuvo en la entrada de la calle donde estaba el Casino.

Al verse sobre un saliente de la costa, libre ya de la absorción de las olas, se extinguió de golpe su energía. El agua que goteaba su cuerpo era roja, cada vez más roja, esparciéndose en regueros por las verdes anfractuosidades de la piedra. Sintió un dolor inmenso, como si todo su organismo hubiese perdido el amparo de su envoltura, quedando expuesta al aire la carne viva.

Los mismos que protegían antes su empresa dudaban ahora francamente del éxito, resistiéndose á proporcionarle más dinero para su continuación. Un ambiente de escepticismo y descrédito iba esparciéndose en torno á todo lo que era de la Presa. Llegó el invierno sin que Robledo hubiese podido salir de Buenos Aires.

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