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Aquel canto fúnebre resonaba como un adiós tristísimo a nuestra pasada dicha, como una súplica en nombre de nuestro eterno amor. Con sus manos entre las mías, escuchamos las dulces y melancólicas notas. ¡Mi Reina y mi Cielo! dije. ¡Mi amante y leal caballero! respondió Flavia. Quizá no volvamos a vernos. ¡Un beso y parte! Le di un beso, pero se abrazó a , murmurando mi nombre una y cien veces.

Lo importante es que me ames, pues si me amas, no hay potencia adversa en el mundo que pueda separarnos... ¿Te acuerdas de aquella tarde en el Real, cuando escuchamos juntos el primer acto de El ocaso de los dioses?

Se nos refiere un suceso, pero escuchamos la narracion con atencion floja, intercalando mil observaciones y preguntas, manoseando ó mirando objetos que nos distraen; de lo que resulta que se nos escapan circunstancias interesantes, que se nos pasan por alto cosas esenciales, y que al tratar de contarle á otros, ó de meditarle nosotros mismos para formar juicio, se nos presenta el hecho desfigurado, incompleto, y así caemos en errores que no proceden de falta de capacidad, sino de no haber prestado al narrador la atencion debida.

Disimuló, no obstante, y dijo: Pues que del relato de vuestra historia estamos pendientes, seguidla, que ya veis con cuánta atención y buen deseo os escuchamos. No ha de ser sin que vos acabéis vuestro relato, señora, dijo Margarita, que lo que del mío queda, aunque sea bien doloroso, es harto breve.

Tu amor era la atmósfera que me envolvía, la sonrisa de tus ojos el rayo de sol que me daba la vida, y tu palabra, que consolaba y exhortaba, era esa voz divina que todos llevamos en nosotros, esa voz sublime que escuchamos sin comprenderla. ¿Y cómo te he agradecido todo eso, hermana querida? He llegado a ser una extraña para ti.