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Actualizado: 10 de septiembre de 2025
No hay motivo para escondites, y si deben manifestarse los antecedentes que desde mediados del siglo último han rejido el ramo, sin perjuicio, señores editores, de que vds. se sirvan ilustrar el punto; porque debiendo presidir la mas severa economía en la administracion de las rentas del estado, repugna la asignacion y consecuencias de sueldos fijos sobre escasos productos eventuales, y choca con el sistema de aquella administracion, que aun cuando erijida en tiempos mas felices siempre marchó bajo el carácter de eventual que la constituia, y nunca sus administradores gozaron, ni debieron gozar, otro sueldo que el tanto por ciento del rendimiento.
Parte del suelo es lugar estratégico, lleno de hoyos, eminencias, escondites y burladeros, por lo que se presta al juego de los chicos y al crimen de los hombres. Aunque abierto por todos lados, es un sitio escondido. Desde él se ven las altas chimeneas y los ventrudos gasómetros de la fábrica cercana; pero apenas se ve a Madrid.
Fernando prodigaba sus admiraciones a los encantos de aquel panorama delicioso, y saciando sus ojos de hermosura, rememoraba los años infantiles, pródigos en aventuras y promesas. Mientras tanto, doña Rebeca había dejado de reñir a voces; Julio apenas salía de sus escondites, y Andrés no había vuelto a aparecer por la casona.
Cuando por aquellas galerías conseguía deslizarse con furtivo atrevimiento algún novio agridulce, algún pollanco pretendiente, de bastoncito, corbata de color, hongo claro, y tal vez pitillo en boquilla de ámbar... ¡ay Dios mío!, ¿quién podría contar las risas, los escondites, las sosadas, el juego inocente, la tontería deliciosa de aquellas frescas almas que acababan de abrir sus corolas al sol de la vida?
El fue quien hizo descubrir al famoso caudillo Aben-Djahvar, por medio de espantosos tormentos, dos escondites de armas en Sierra Nevada. En el paso de Alfajarali recibió en medio de la frente el puntazo de un cuchillo corvo que un morisco, de aquellos que peleaban coronados de rosas en señal de martirio, le arrojó desde lejos.
»¡Si lo sabía!... Luz no había visto el mundo, ciertamente, y había sido educada muy lejos de él; pero en todos los libros y en todas las bocas había aprendido las mismas reglas para conocerle; en todos sus escondites la habían enseñado a estimar el bien con la pintura abominable del mal; y así, para realzar a sus ojos el mérito de la mujer honrada, se habían valido del retrato de la que no lo era.
Palabra del Dia
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