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Actualizado: 30 de junio de 2025


Después de escritas las líneas anteriores, y durante mi última visita á España, si bien llamaban principalmente mi atención otros estudios, no dejó también de preocuparme la literatura dramática de este país; no sólo leí muchas obras de dramáticos españoles, de difícil conocimiento en cualquiera otra parte, sino adquirí también, ya haciendo investigaciones en los archivos y bibliotecas, ya por comunicármelas amistosamente los eruditos y literatos españoles, no escaso número de noticias, no utilizadas hasta ahora, y que pueden servir de complemento y justificación de mi Historia del Teatro Español.

Los eruditos, que á principios del siglo XVII habían censurado con tanta acritud la forma nacional del drama, y recomendado la observancia de las leyes de los antiguos, enmudecieron casi por completo hacia fines de la época en que vivió Lope de Vega.

La poesía persa, en toda Europa, era una especie de terra incógnita, cuando el gran orientalista emprendió la tarea de trazar su historia; las obras persas sólo eran comprensibles para pocos eruditos, y hasta la rareza de esos manuscritos suscitaba otra dificultad poderosa.

No hubo necesidad de la influencia del trono para que las ideas francesas se divulgaran por España; el aumento de las comunicaciones con Francia, y el desempeño de muchos cargos de la corte por extranjeros, les abrieron fácil camino: primero fueron benévolamente acogidas por las personas, que estaban en contacto con el Rey; después se derramaron por las clases sociales más elevadas y entre los eruditos.

Velázquez, sin embargo, había tenido que pretender el empleo juzgándolo «ajustado a su genio y ocupación». Para no interrumpir luego la enumeración de los cuadros que hizo nuestro gran pintor, desde que por segunda vez volvió de Italia hasta sus postreros días, conviene tratar ahora una cuestión de que se han preocupado los eruditos españoles. Me refiero a la llamada Memoria de Velázquez.

De libros eruditos, si tratan de cosas que pasaron mucho tiempo , los periódicos no suelen decir nada ni tienen espacio ni vagar para ello.

Es cierto, que los siglos eruditos engendran una casta de semisabios, que introduciéndose en lo mas íntimo de la Religion sin el estudio, é inteligencia competente, quieren dar su voto, y aun reglas para gobernar lo mas sacrosanto de ella.

De ello proviene que las letras en España son menos populares y divulgadas que en otros países; y que pasado el momento de la moda, si llega durante su vida á estar de moda un autor, todo cuanto se ha escrito se hunde en el más profundo olvido para el público, y sólo permanece para los eruditos, casi como si fuera una reconditez.

Las galas, las joyas y los cuadros, cuando eran excelentes, llevaban siempre su nombre, como para indicar su excelencia en el supremo grado . Los eruditos y los aficionados á la poesía acudían á Madrid de todos los ángulos de la Península para contemplar al hombre maravilloso, y hasta hubo italianos, que vinieron á España sólo para conocer al gran poeta . Cuando salía á la calle se reunían los curiosos para admirarlo, y hasta el Rey, cuando encontraba á este hombre extraordinario, le manifestaba su veneración y su agrado.

Quando la obra de MURATORI de Ingeniorum moderatione in Religionis negotio, que hemos citado otras veces, no tuviese otro mérito, que haberse escrito de propósito para vindicar á S. Agustin de las calumnias y falsedades con que le trata el fingido PHEREPONO, era digna con eso solo de que la leyesen todos los eruditos.

Palabra del Dia

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