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Actualizado: 19 de octubre de 2025
Pero al jueves siguiente, Alvaro Peña dejaba descansar a don Benigno y «se metía» con el capellán de las monjas, publicando de él una semblanza en verso, en que se hacía muy graciosa mención del matrimonio de las copas de ginebra con los vasos de vino blanco. Le tocó entonces enfurecerse a don Segis, y tomarlo con calma a don Benigno.
Había vivido, y a la sazón ya no existía, como vive y muere todo sobre la tierra. Las bellas palabras habían desaparecido en el desierto vacío, infinito, y nadie las conocía, nadie las recordaba, en ningún corazón habían dejado huella alguna. Era inútil llorar, implorar, suplicar de rodillas, amenazar, enfurecerse; con ello nada lograría.
Conocía el carácter de su gigante: pocas rachas, pero buenas, como él decía. Sólo muy de tarde en tarde, le había visto perder la serenidad y enfurecerse; pero guardaba un vivo recuerdo de sus arrebatos. Cuando subió el capitán Iriondo, encontró á Sánchez Morueta paseando casi á saltos por el despacho, como una bestia enjaulada, las manos atrás y la cabeza baja.
Felizmente, hacía ya tiempo que Tristán no se mostraba celoso sino por fugaces intervalos. Si en la calle, en los tranvías o en los teatros la miraba demasiado algún hombre solía disgustarse y aun enfurecerse, pero todo aquello pasaba pronto con la ocasión que lo producía.
Tocóle la vez de enfurecerse a Isabel Mazacán, y mientras el viejo Butrón disimulaba un repentino sobresalto, como si juzgase aquel nombramiento cosa de grave peligro, dijo ella muy contrariada por el fiasco de su noticia: Pues, señor, ¡me pasmo de su pasmo de ustedes!... ¿A qué viene ese espanto?... ¿Acaso Curra ha tenido alguna vez vergüenza?
No dudes de que te quiere mucho, mucho, la que es por ahora tu hermana, La carta que acabamos de leer señala una etapa importantísima en la vida de nuestros amantes. Ricardo principió por enfurecerse y escribir una larga contestación a su novia, dando por terminadas sus relaciones, que no llegó a enviar a su destino. Después celebró con ella una conferencia, donde se desató en denuestos.
Lope de Alcántara fue informado de todo, y aquel hombre, loco de amor o de lealtad, al escuchar la exasperada relación de boca de su amigo, en vez de enfurecerse, exigió que se realizaran al punto sus bodas; y a los tres días de casado se partió solo para Flandes.
Sí, y bien superior: mirándolo bien, lo había sido toda la vida; lo era sin saberlo; antes de que Marta hubiese parecido por su casa, ya ella tenía el prurito de no enfadarse por lo que se enfadan los demás, y había discurrido aquello de no alborotar ni enfurecerse cuando los demás quisieran ni por lo que los demás lo esperasen; y ya había discurrido la graciosísima idea de vengarse del ladrón de Nepomuceno y del tonto de su marido poco a poco, y a su manera, y a su gusto y dándoles el gran chasco. ¡Vaya si había sido siempre una mujer especial, superior!
Palabra del Dia
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