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Actualizado: 18 de mayo de 2025
Ya estaba señalado el sacrificio de Garrote para el 15, cuando el Virrey, en vista del estado lastimoso del reo, difirió su muerte, mejor dicho, la encomendó a la Naturaleza. Los médicos habían dicho que Navarro no viviría dos semanas, y Solá tuvo ocasión de mostrar su humanidad.
Encomendó An-nasír los planos del palacio de Azzahra al arquitecto mas afamado que habia á la sazon en Constantinopla, emporio de las artes en aquel tiempo. Distribuyóse la obra en tres partes ó secciones.
Guillén Perez de Caldés, Caballero anciano de Cataluña, llevaba el estandarte del Rey de Aragon, Fernan Gori el de Don Fadrique Rey de Sicilia, que olvidados de sus Príncipes, jamás olvidaron su memoria. El de San George dieron á Gimeno de Albaro, y Rocafort encomendó el suyo á Guillén de Tous.
Felipe IV no encomendó sólo a Velázquez la ejecución de su pensamiento, sino que llamando varios artistas a modo de concurso, ofreció una recompensa a quien mejor lo interpretara.
Prófugo del presidio, hacía una semana que se encontraba en Lima; y desde su regreso no cesó de acechar en el templo al virrey, buscando ocasión propicia para asesinarlo. Aquella misma noche se encomendó la causa al alcalde don Rodrigo de Odría, y tanta fué su actividad que, ocho días después, el cuerpo de Villegas se balanceaba como un racimo en la horca.
Parecióle bien á Cacambo tan prudente determinacion, puesto que sentia á par de muerte haberse de separar de amo tan bueno; pero la satisfaccion de servirle pudo mas con el que el sentimiento de dexarle. Abrazáronse derramando muchas lágrimas; Candido le encomendó que no se olvidara de la buena vieja; y Cacambo se partió aquel mismo dia: el tal Cacambo era un excelente sugeto.
Despues de haberme escuchado atentamente me encomendó la redaccion de una memoria detallada, de acuerdo con el señor Carrasco, para que sirviese de guia al nuevo gobernador que iba á mandar, y al obispo de Santa-Cruz, á quien se imponia el deber de visitar la provincia cuidando de reformar los abusos religiosos.
Desesperado ya Francisco de Rivalta, mi pariente, al ver que por cerca que hubiese tenido a don Baltasar de Peralta, nunca ponerse delante de él había logrado, volviose a su casa de Sevilla, y encomendó a la Providencia de Dios el castigo de nuestro contrario; y pasó él tiempo cuidando él mi hacienda, y yo criándome, y habiendo yo cumplido seis años y él treinta, vínose al pueblo, sacome del poder de los honrados labradores que me habían criado, y púsome en las monjas de Santa Clara, y al cuidado de dos tías, hermanas de mi padre, que allí eran señoras de piso.
Dieronle luego armas, caballos, y las demas cosas para poner en órden los suyos, que llegaban hasta cincuenta, dióle gente de socorro, porque Montaner como enemigo mortal de Genoveses, no quiso perder la ocasion de hacerles algun daño. A Juan Montaner su primo, y á cuatro Consejeros Catalanes se encomendó el socorro, con órden que no se hiciese cosa sin tomar parecer de Ticin Jaqueria.
Despidióse, pues, de sus neófitos con mutuo sentimiento y dolor por el amor que el P. Joseph les tenía, y con que ellos le correspondían, dando antes orden de que mudasen la Reducción á lugar más cómodo y más abierto en las riberas del río de San Miguel, y pasando de aquí á los Chiriguanás encomendó el pueblo de la Presentación al cuidado del P. Juan Bautista de Zea y el de San Ignacio á los PP. José Tolú y Felipe Suárez.
Palabra del Dia
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