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Actualizado: 18 de mayo de 2025
Pero eran tantas y tan buenas las que aun quedaban que los señores Chandos y Fenton, á quienes en definitiva se encomendó la elección, tuvieron que discutir y pesar uno por uno los méritos y hazañas de muchos aspirantes; decidiéndose por fin á favor de Morel de Hanson y Abercombe de Chesire, renombradísimo el primero entre los nobles veteranos y héroe de Poitiers el segundo.
El más cercano le tenía á su lado en público; salió con él por el camino al marchar hacia la Fere, y dejándole en Chauny encomendó mucho á Villeroy cuidase de su persona, acompañándole cuando hubiera de ir á San Quintín, «porque no podía pasarse sin su compañía.» Todo esto era altamente honorífico sin duda; mas no lo que esperaba el Sr.
El Duque encomendó separadamente á los jefes discurriesen lo que más convenía, citándolos á Consejo definitivo, que había de celebrarse en la galera Real.
Felipe II encomendó la obra á los famosos arquitectos Juan de Herrera y Juan Bautista de Toledo, y, á fuer de rey piadoso, quiso que no solo se construyese un palacio admirable, sino tambien un esplendido convento y una iglesia maravillosa. Para hacer mas vivo el recuerdo de San Lorenzo se dió á esos monumentos la forma general de una parrilla, símbolo del suplicio del Santo.
Y, cortando algunos, pidió la bendición a su señor, y, no sin muchas lágrimas de entrambos, se despidió dél. Y, subiendo sobre Rocinante, a quien don Quijote encomendó mucho, y que mirase por él como por su propria persona, se puso en camino del llano, esparciendo de trecho a trecho los ramos de la retama, como su amo se lo había aconsejado.
Belarmino besó a su hija con ternura y largueza Luego se la encomendó al aprendiz, dándole de paso una moneda de cinco céntimos: Toma una perrina, para que le compres una cachava de caramelo. Y que sea colorada, porque de ésas le gustan más. Y ya por su cuenta, Belarmino abrió el diccionario y comenzó a tomar notas en un cuadernillo de hule que sacó de la chaqueta.
En este tiempo vino a posar al mesón un ciego, el cual, paresciéndole que yo sería para adestralle, me pidió a mi madre, y ella me encomendó a él, diciéndole cómo era hijo de un buen hombre, el cual por ensalzar la fe había muerto en la de los Gelves, y que ella confiaba en Dios no saldría peor hombre que mi padre, y que le rogaba me tratase bien y mirase por mí, pues era huérfano.
Búsqueme Vd. trabajo, que con mi jornal habrá para los dos, al menos para Vd., que yo necesito poco.» Los libros de Derecho, apenas manejados, cedieron el puesto a las cuartillas de original: Millán entró de corrector de pruebas en uno de los primeros establecimientos tipográficos de Madrid, cuyo principal al poco tiempo le encomendó gran parte de la dirección de la imprenta: soñó con ser letrado y quedó reducido a la condición de obrero, en lo más noble que puede producir la inteligencia humana, pero obrero al fin, sujeto a un jornal que merma con la fiebre de un día y acaso falta en la ocasión en que es más necesario.
En este tiempo vino a posar al mesón un ciego, el cual, pareciéndole que yo sería para adestralle, me pidió a mi madre, y ella me encomendó a él, diciéndole como era hijo de un buen hombre, el cual por ensalzar la fe había muerto en la de los Gelves, y que ella confiaba en Dios no saldría peor hombre que mi padre, y que le rogaba me tratase bien y mirase por mí, pues era huérfano.
La mision de la madre, esa mision augusta, la más augusta que el cielo encomendó al género humano, no es una tarea mecánica; la tarea autómata de sacar el pecho y llevarlo á la boca del hijo, no: es una tarea de cariño, de efusion, de delicia; es una tarea santamente providencial.
Palabra del Dia
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