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Actualizado: 29 de junio de 2025
Feliciana había salido a abrir con el quinqué en la mano, porque lo llevaba para la sala, y a la luz vivísima del petróleo sin pantalla, encaró Maximiliano con la más extraordinaria hermosura que hasta entonces habían visto sus ojos. Ella le miró a él como a una cosa rara, y él a ella como a sobrenatural aparición.
Las miró, se encaró con ellas, casi las detuvo; pero hallaba tan feo, tan plebeyo, tan de mala educación, abusar así de que iban solas dos mujeres, y perseguirlas y querer hablar con ellas, que se contuvo y no les habló. En medio de estas vacilaciones, las dos mujeres vieron pasar un coche vacío.
Me llamó, se encaró conmigo, y me dijo que la carta me la habían dao a mí diretamente, y que si tomaba otra, me plantaba en la calle. Bueno; pero ¿crees tú que fue pamema o que se incomodó de veras?
-Mancebito -dijo el uno- lidiador ahigadado, mozo de manos y buen compañero. ¡Vamos, que me retientan los dimoños! Con esto salimos de casa a montería de corchetes. Yo, como iba entregado al vino y había renunciado en su poder mis sentidos, no advertí al riesgo que me ponía. Llegamos a la calle de la Mar, donde encaró con nosotros la ronda.
Vamos; que me retientan los demonios." Con esto salimos de casa a montería de corchetes. Yo, como iba entregado al vino, y había renunciado en su poder mis sentidos, no advertí al riesgo que me ponía. Llegamos a la calle de la Mar, donde encaró con nosotros la ronda. No bien la columbraron, cuando sacando las espadas, la embistieron.
Elena al ver al bandido dio un grito penetrante y extendiendo las manos exclamó: ¡Oh por Dios! ¡Por Dios no me secuestre usted...! Ya le daremos todo el dinero que quiera... Déjeme ir a casa... Le traeré todas mis joyas... Déjeme usted por Dios. Clara al oír el grito de su cuñada había corrido hacia el sitio y al encontrarse con el bandido se encaró intrépidamente con él.
Así, conservaban casi toda su confianza, cuando un día y mientras jugaban como dos niños, corriendo alrededor de la mesa de billar por haberse empeñado Amaury en quitarle una flor a Magdalena, se abrió de pronto la puerta y entró el doctor, el cual se encaró con ellos y en tono áspero exclamó: ¿Qué niñerías son éstas? ¿Piensas tener aún doce años, Magdalena? ¿Crees no haber pasado de los quince, Amaury? ¿Te imaginas que corres todavía por el parque del castillo de Leoville? ¿A qué viene ese empeño en arrebatarle a Magdalena una flor que te niega con sobrada razón?
Palabra del Dia
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