Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !
Actualizado: 8 de junio de 2025
El mismo Balarán, rodeado de sus más audaces satélites, había llegado donde ella estaba, la había asido de un brazo e intentaba apartarla de aquel sitio para acabar luego con Morsamor y los suyos sin que ella padeciese ni peligrase. No como débil mujer, sino como fiera leona, se resistió Urbási al propósito de Balarán, lanzando contra él enérgicas palabras de odio y desprecio.
Eran, por sus distintas facultades y por el grado en que las poseían, la personificación de las tres potencias más enérgicas y eficaces de la vida: el valor, que nada teme; el trabajo, que de todo triunfa, y el ingenio, que allana cuanto intenta. Al enterarse, cada uno de ellos de que también amaban los otros a Fortuna, faltó poco para que vinieran todos a las manos.
Sí; allí unas tonalidades de color enérgicas y rabiosas sofocaban a otras apagadas y tristes, como el canto de las sirenas, imperioso, enervante, desordenado, intenta sofocar el himno místico de los peregrinos.
En esto oí un rudo golpeteo, como al desembocar del carrejo en la salona, y al mismo tiempo una voz que respondía a estas llamadas enérgicas: ¡Allá va, jinojo!...
La señora Angustias, hembra fuerte, obesa y bigotuda, que no temía a los hombres e inspiraba respeto a las mujeres por sus resoluciones enérgicas, mostrábase descorazonada y floja ante su hijo. ¡Qué hacer!... Sus manos habíanse ensayado en todas las partes del cuerpo del muchacho; las escobas se rompían sin resultado positivo. Aquel maldito tenía, según ella, carne de perro.
Era asunto del Vara de plata; podía castigar y despedir a quien quisiera sin miedo alguno. Pero don Antolín, temblando ante la responsabilidad que le podían acarrear las decisiones enérgicas, acabó por entregarse a Gabriel, solicitando su apoyo. Aquel hombre era el que ejercía la verdadera autoridad en el claustro alto. Todos le escuchaban, siguiendo ciegamente sus consejos.
Para disimularla se encaminó al gabinete, diciendo con afectada ligereza que la dejasen libre, que a quien tenía más gana de ver era a D. Pedro. El noble maestrante yacía en su sillón con los naipes en la mano. Sus cabellos y su barba estaban más blancos, pero tan erizados e indómitos. Sus facciones enérgicas parecían más acentuadas; sus ojos hundidos brillaban con fulgor más delirante.
Los reveses no le arrancaron el entusiasmo por lo que amaba, ni exacerbaron su escepticismo; pero, al convencerse de que las condiciones de la vida habían variado por completo para él, adquirió una serenidad que, contrastando con los pocos años, daba a sus frases un dejo amargo y melancólico. Aun las sátiras más enérgicas parecían brotar tristemente de su boca.
Con todo lujo de detalles acudió a su imaginación aquella velada inolvidable, y pensó en su cuartito, en el tabaco esparcido sobre la mesa, en el orgullo y el entusiasmo con que escribió aquellas líneas firmes y enérgicas... No tenía mas que arrancar las páginas y enviárselas a la muchacha.
Por su actitud se comprendía cuán enérgicas eran las resoluciones que formaba para el momento del ataque. Por último, en la cumbre de la colina, junto al bosque, doscientos o trescientos hombres formados en filas, con el fusil en descanso, también miraban.
Palabra del Dia
Otros Mirando