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Actualizado: 19 de junio de 2025
Gabriel interrumpió el sacerdote , eso que dices son disparates. La verdadera España empieza con el Emperador y sigue igualmente gloriosa con don Felipe II.
¡No te acerques á la Parda, que es muy traidora! ¡Veréis, veréis la Garbosa cómo empieza á hacer de las suyas; ya le está metiendo los cuernos por el vientre á la Salia! Y no sólo los pequeños, sino también los grandes de la aldea rodeaban el rebaño y daban su opinión con voz sorda y ademán recogido y suficiente, no á gritos descompasados como la plebe menuda.
Aquí empieza el calavera temerón, que es el gran calavera. Pero nuestro artículo ha crecido debajo de la pluma más de lo que hubiéramos querido, y de aquello que para un periódico convendría: ¡tan fecunda es la materia! Por tanto, nuestros lectores nos concederán algún ligero descanso, y remitirán al número siguiente su curiosidad si alguna tienen.
Es singular esta Francisca... Mi destino empieza a dibujarse... Voy a él confiada y dichosa, creyendo al fin en la felicidad de la mujer en posesión de un marido amado y de unos hijos queridos... ¡Qué camino recorrido en pocas semanas!... No he podido menos de hacérselo observar a la de Ribert, cuya indulgencia conozco. Es el momento psicológico, Magdalena... Esa hora suena para todas...
La guerra, los héroes... cosas nebulosas y sin sentido. El está por la realidad, y empieza á hablar de un nuevo personaje admirado por él, un portugués que juega fuerte, y cuyo nombre, desde hace unos días, parece llenar las salas, á causa de sus ganancias. Yo lo observo; además, es amigo mío y creo poseer su secreto. Imagínese, príncipe...
CHURROS. En una cacerola se pone al fuego medio litro de agua, un poco de sal y unos cuarenta gramos de mantequilla, cuando empieza a hervir se echa medio kilo de harina, fuera del fuego; sin cesar de moverlo, se cuece un rato, y cuando la pasta algo espesa se desprende, se echa en la churrera y se fríen en aceite muy caliente y muy abundante.
Aresti recordaba la página de la Muerte en el libro de San Ignacio, una página de brutal realismo, que hacía temblar á los hombres y llorar de horror á las mujeres. «Mirad lo que pasa en aquel cuerpo: antes hermoso é idolatrado, ya muerto: ya está sepultado, ya cayó.... Luego, se le acercan los moscones, escarabajos, sapos y sabandijas, y se saborean y complacen en el mal olor que despide y en la podre que empieza á manar; también se acercan los ratones, taladran sus vestidos ó mortaja; se enredan entre el cabello, entran en la boca y empiezan á comer la lengua, salen luego y registran todo el cuerpo entre carne y vestido.
Esta dibujado, como todo lo suyo, con aquel maravilloso sentimiento de la línea que tuvo desde sus comienzos, pero en lo que toca al modo de hacer, ya empieza a vislumbrarse en este lienzo mayor soltura, menos esfuerzo para conseguir el modelado, y en lo referente al color, la tendencia a buscar la dulce y elegante armonía entre tonos grises y negros a que se aficionó tanto y manejó como nadie.
Desde que empieza el mundo está sabido El castigo que hace Dios eterno; Por vista de los ojos conocido, Está cuando la estima el Sempiterno: La muerte del que es justo y bien creido, Tenemos la castiga con infierno: Que la sangre de Abel el inocente Clamando está ante Dios omnipotente.
Cuando todo se ha enfriado, la campana llama a la mesa, y entonces empieza la lucha más terrible por la existencia de las que ofrece el vasto cuadro de la creación animal.
Palabra del Dia
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