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Actualizado: 18 de mayo de 2025
El contento de verlos y de hablar con ellos, después de tantos años de ausencia, me ha embargado el ánimo y me ha robado el tiempo, de suerte que hasta ahora no he podido escribir a Vd. Vd. me lo perdonará. Como salí de aquí tan niño y he vuelto hecho un hombre, es singular la impresión que me causan todos estos objetos que guardaba en la memoria.
Sí, hasta ahora... y gracias á que el duque de Lerma está mareado, nadie nos ha dicho una palabra; pero en la corte, los mareos salen por donde entran; se amaña en minutos lo que parecía imposible, y el viento cambia de tal modo, que el que era céfiro blando para alguno, se le convierte de repente en huracán que le echa por tierra; particularmente yo, si paro algunas horas más en Madrid, dóime por embargado, y por algún tiempo, porque yo no he de hacer ni puedo hacer lo que sería necesario hacer para no ser encerrado.
Maldito si oigo una palabra de ella; estoy embargado por una idea horrible que ha entrado en mi mente con la rapidez del rayo y que no me deja ya: «Ella va a decir no. Ella va a decir no...» Y, cuanto más se acerca el momento decisivo, tanto más me aprieta el miedo la garganta. Al fin, ya no dudo absolutamente de que ella va a decir no.
Y era preciso sacarle de allí, porque se acercaba la hora sacramental, las cuatro, y había que ejecutar el escamoteo de la olla. Trampeta se agitó, hizo a sus adláteres preguntas referentes a la biografía del vigilante, y averiguó que tenía un pleito de tercería en la Audiencia, por el cual le habían embargado los bueyes y los frutos.
Cumplió el mandato escrupulosamente, consagrándose a él de modo que durante algunos días vivió embargado por su hermosa tarea; no salió de sus manos una sola moneda sin que supiera que realmente la necesitaba quien la recibía; se gozó en remediar las pesadumbres, y lo hizo con tal dulzura, desplegando tanta bondad, prodigando con tan divino arte los consuelos, que duplicó el socorro, añadiendo al oro de la duquesa esa otra limosna que sólo se da con el espíritu; quien la recibía de sus manos, quedaba obligado sin humillación y agradecido sin bajeza.
Estuve en el acto a su lado tratando de consolarla, pero pronto me di cuenta de la impresión profunda de horror y espanto que habían producido en ella esas palabras escritas por su padre. Su dolor era inmenso; todo su ser estaba embargado por una pena inconsolable.
Aquel piadoso joven apenas si osaba corresponder levantando de vez en cuando hacia ella sus ojos místicos. La mayor parte del tiempo parecía no advertir la honrosa atención de que era objeto, embargado sin duda por los graves pensamientos ascéticos que continuamente ocupaban su mente.
Don Máximo los rompió con unas cuantas frases bastante mal dichas, pero muy conmovedoras, referentes a la brevedad de la vida, a la miseria de los placeres, a la recompensa que nuestros dolores alcanzarán en un mundo mejor y a otros asuntos de ultratumba. El orador concluyó por verter lágrimas copiosas, embargado por tan fúnebres consideraciones.
Tales eran en cifra los ensueños y las ideas con que a su vuelta de Roma trajo el Padre Ambrosio embargado el espíritu.
Pero la Dura tenía todo su ser embargado por la ardentísima ansiedad física que experimentaba, y sus ojos de águila se fijaron en Severiana que escanciaba en un vaso algo del contenido de una botella.
Palabra del Dia
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