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Actualizado: 20 de junio de 2025
En los caminos chirriaban los ejes de los carros balanceando sobre los baches sus montones de dorados frutos; sonaban en los grandes almacenes los cánticos de las muchachas encargadas de escoger y empapelar las naranjas; retumbaban los martillos sobre los cajones de madera, y en oleadas de tráfico salían hacia Francia e Inglaterra las hijas del Mediodía, aquellas cápsulas de piel de oro, repletas de dulce jugo que parecía miel del sol.
Muchas de ellas no pueden ser representadas distintamente en la imaginacion, como se ve en las que constan de muchos lados; y aun el círculo, que en la facilidad de ser representado se acerca al triángulo, no podemos imaginarlo con tal perfeccion que le distingamos de una elipse cuyos dos ejes se diferencien poco entre sí.
Aquellos hombres le hacían preguntas á que no podía contestar. Después se acercaban á él cuatro sayones, le desnudaban, le ataban á la rueda de una máquina horrible, la movían, rechinaban los ejes, crujían sus huesos. El lanzaba gritos de dolor, es decir, ponía en ejercicio sus órganos vocales: pero el sonido no se oía.
Ya imagina la seccion mas cercana al paralelismo, ya mas distante, y siempre nota que la figura es una elipse, con la única diferencia de su mayor aplanacion por los lados, ó bien de la mayor diferencia de los ejes. ¿Será posible expresar por una ecuacion la naturaleza de esta curva? ¿Hay algunos datos conocidos? ¿Tienen alguna relacion con las propiedades del cono, y de la seccion paralela? ¿La mayor ó menor inclinacion del plano cambia la naturaleza de la seccion?
Las ruedas y ejes de los millares de vagonetes, las piezas estropeadas del aparato de lavado, recibían allí compostura y eran construidos los picos, azadas y carretillas. En el fondo del taller las sierras hacían chillar la madera, y aquel mismo hierro, educado en el trabajo por el fuego, destrozaba las generosas fibras del árbol arrancado a la tierra.
Una mañana de otoño llegué a la playa de las Ánimas antes del mediodía. Un hombre iba con un carro por el arenal, aguijoneando la yunta; se oía el chirrido de los ejes de la carreta y el ruido crepitante de la arena bajo las pezuñas de los bueyes.
Al menos, que me gane para zapatos. Tiene más malicias que un Iscariote». Desde el comienzo de este panegírico, redoblose bruscamente la marcha del mecanismo, y acreció el ruido hasta ser tal que parecían multiplicarse las transmisiones, las roldanas y los ejes. «¡Mariano! gritó Isidora extendiendo los brazos en la obscuridad . ¡Para, para un momento y ven acá! Quiero abrazarte.
Palabra del Dia
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