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Señores dijo Edmundo con una extraña mezcla de autoridad y de complacencia ex oficio, los señores tendrán la bondad de entrar por la puerta principal, dar la vuelta a la mesa y salir por la puerta posterior. Los que deseen contribuir con algo para el huérfano, encontrarán a mano un sombrero que se ha dispuesto para el caso.

Hay muchos actores que, como aquella Agustina de que habla Edmundo Got, se empavorecen y desconciertan ante la hostilidad del público; pero, en cambio, otros, los más esclarecidos, gustan de luchar con él brazo á brazo y de fascinarle con su gesto hasta vencerle y obligarle á juntar las manos para aplaudir.

Aprovechando estas ventajas, continuó Edmundo rápidamente: Pero, estamos aquí para un bautizo y lo tendremos: Yo te bautizo, Tomás La Suerte, según las leyes de los Estados Unidos y de California, y... en nombre de Dios. Amén. Por primera vez se profería en el campamento el nombre de Dios de otro modo que profanándolo.

Oye, Edmundo dijo un ciudadano prominente, conocido por León, dirigiéndose a uno de los curiosos. Entra aquí y mira lo que puedas hacer, que tienes experiencia en estas cosas. Y a la verdad que la elección no podía ser más acertada. Edmundo en otros climas había sido la cabeza putativa de dos familias.

Precisamente, a alguna informalidad legal en ese proceder, se debió que Campo Rodrigo, pueblo hospitalario, le contase en su seno. Todos aprobaron la elección y Edmundo fue bastante prudente para acomodarse a la voluntad de sus conciudadanos.

Yo que ese dolor que atormenta al poeta no tiene cura: como á todos los grandes, la sed que atormenta á Edmundo Rostand, es sed de Infinito...

En el centro del edificio se hallan en sesion permanente la roleta, la treinta y una, y el treinta y cuarenta, que le ha inspirado una de sus mas chistosas novelas al ingenioso escritor frances Edmundo About.

No transcurrió una hora sin que, como ascendiendo por aquel escarpado camino que conducía a las estrellas, saliese para siempre de Campo Rodrigo, dejando su vergüenza y su pecado. No creo que tal noticia preocupara a nadie a no ser por la suerte del recién nacido. Pero, ¿podrá vivir ahora? preguntaron todos a Edmundo. Su contestación fue dudosa.

Edmundo nada dijo; tal vez por motivos de delicadeza no quiso meterse en la elección de su posible sucesor, pero cuando le preguntaron, afirmó resueltamente que él y Jinny, la borrica antes aludida, podían componérselas para criar al pequeñuelo.

Tomasito, al que se suponía en necesidad permanente de reposo, no debía ser estorbado por ruidos molestosos, así es que la gritería y los aullidos tan connaturales a los habitantes del campamento, no fueron permitidos al alcance del oído de la casa de Edmundo.