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Actualizado: 14 de julio de 2025


A principios de 1902 falleció en Londres un americano cuya vida podría parecer singular aun en su país natal, donde por cierto abundan los hombres que se complacen en desafiar las circunstancias de una existencia azarosa y llena de incertidumbre. Fue sucesivamente minero, maestro de escuela, corrector de pruebas, tipógrafo, editor y últimamente cónsul de los Estados Unidos en Glasgow y Londres.

Es preciso resignarse, esperar... Al fin lo habrá todo... demasiado va a haber luego... esta es la idea que me detiene, por fin, que cuando haya editor, redactores, impresor, cajistas, papel... entonces también habrá censor... Eso , eso siempre lo hay... ni hay que mandarlo hacer, ni hay que esperar... Aquí acabo de perder la cabeza, enciérrome en mi casa, ¡voto va!

No poseyendo El Alud una colección de caracteres griegos, el editor se vio obligado a reproducir los versos leucádeos en letra ordinaria romana, con grandísimo disgusto del coronel Roberto e inmensa alegría de Fiddletown, que aceptó el texto como una excelente imitación de choctaw, lengua india que se supuso familiar al coronel, como residente en los territorios salvajes.

Pues si nos pasa perjuicio, usted será el responsable... ¿Yo, señor editor? ¡Oh, qué placer el de ser redactor! ¡Oh, si esto fuese todo, y si sólo fuera uno responsable, pobre Fígaro, de lo que escribe!

D. José María Gutiérrez de Alba, paisano de Monroy, poeta distinguido y viajero español en América, y autor de una curiosísima relación de sus viajes por Colombia, que, como tantos otros trabajos que honrarían á nuestra nación, están inéditos hasta ahora, por falta de editor que los publique.

El editor de esta obra tuvo la bondad de encomendarme, un siglo ha, uno de sus artículos; y yo, como es natural, elegí la cordobesa, por ser la provincia de Córdoba donde he nacido y me he criado. Mi extremada desidia me ha impedido hasta ahora cumplir mi palabra de escribirle.

Su corazón, indudablemente, estaba en otro lado. Hasta le hice entrever un porvenir dichoso cuando hubiera por medio un editor responsable. En aquel momento mentía yo como un bellaco, porque, en mi concepto, si Isabel no estaba enamorada del duque, por lo menos lo parecía. A Villa tenía la absoluta seguridad de que no le amaba.

Estas poesías, reunidas por la primera vez en un volúmen, se publicaron en Buenos Aires en 1854, precisamente por la imprenta en que hoy se da esta nueva edicion, siendo su editor el mismo que firma esta advertencia. Aunque se hizo un tiraje bastante copioso para la época, la edicion se agotó muy luego, al punto que á los pocos meses nos fué imposible atender á la demanda creciente de la obra.

El que esto escribe posee un sillón mecedor que usó Hawthorne, y del que casi hizo desaparecer los brazos con un cortaplumas mientras estaba en el colegio ó estudiando sus lecciones, ó divagando con la imaginación por los espacios. En Febrero de 1850 fué terminada La Letra Escarlata, pero no se publicó hasta el mes de Abril; y aunque el editor, que era el Sr.

Tal vez ni siquiera pueda reivindicar en mi favor el haber disfrutado de la familiaridad que podía existir entre una niña de seis años y un joven de veintiuno. Creo que no era muy amigo de los niños. Sin embargo, conocí muy bien a su madre, pues cuando ella le llevó a San Francisco era yo editor de El Alud en Fiddletown.

Palabra del Dia

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