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Actualizado: 5 de junio de 2025


Estos cuatro grupos, que son en realidad cuatro pueblos diferentes, tienen dentro de mismos discordancias mas ó ménos sensibles por razon de la topografía, el lenguaje y las tradiciones y costumbres. Pero en el fondo tienen una evidente analogía en todo, que justifica la clasificación indicada.

Una aprensión, quizás una añoranza, algo sólo apreciable en los efectos, comenzaba a interponerse entre nosotros como síntoma primero de desilusión. Nada en concreto, sólo un conjunto de discordancias, de desigualdades, de diferencias, que la transfiguraban de cierta manera, y le prestaban el singular encanto de las cosas que el tiempo o la razón nos disputan y que se van.

Y comenzó a referir a Leto lo que afirmó ser «lo único» que él sabía. Según el relato aquél, Nieves y su padre habían tenido una escena un poco desagradable con motivo de la próxima llegada del mejicanillo. Discordancias radicales en el modo de estimar cada uno de los dos aquel suceso. A Nieves, nerviosa y algo trasmudada desde el tremendo de la antevíspera, que continuaba ignorando su padre, se le habían escapado ciertas franquezas que cayeron sobre las suspicacias de don Alejandro como la pólvora sobre el fuego. Porque don Alejandro andaba muy suspicaz desde aquel día, como le constaba a Leto muy bien. Se había dado en él un caso que no dejaba de ser frecuente: el de hallar algo en que no pensaba, buscando otra cosa muy distinta; y lo que había encontrado sin buscarlo, era el fuego en que habían caído las franquezas de su hija; o si lo quería más claro Leto, las franquezas de Nieves le demostraron, no solamente que su hallazgo no era ilusorio ni soñado, sino que el mal estaba ya hecho y con hondas raíces en la víctima. Bermúdez no había llegado con sus sospechas más que hasta el arranque del camino que conducía a ese mal: no era difícil presumir el efecto que le habría causado el descubrimiento, teniendo, como tenía, sus cálculos hechos y sus ilusiones acariciadas, con otros derroteros muy distintos. A él, a don Claudio, le había confiado sus cuitas, para pedirle informes, si podía dárselos; algo de luz clara con que guiarse en la lóbrega sima en que habla caído tan de repente; porque no podía contarse con lo que espontáneamente declarara Nieves entonces, ni convenía apurarla más en el estado de exaltación en que se hallaba. Más adelante ya se vería. Fuertes se había guardado, muy bien de decir a don Alejandro lo que pensaba acerca de tan delicado particular: al contrario, puso todo su empeño en convencerá su amigo de que estaba alarmado sin fundamento alguno. Tarea inútil: don Alejandro quedaba en sus trece y resuelto a poner de su parte todos los medios que considerara prudentes para combatir el mal como debía combatirle. ¿Qué medios eran ellos? No lo sabía aun con certeza; pero no tardaría en saberlo.

Pediráse más raramente esa idea de unidad geográfica á las montañas, cuyas dos vertientes, á menudo en contradicción, nos ofrecen bajo una misma latitud floras y pueblos completamente distintos; aquí el invariable estío, á dos pasos el eterno invierno, según las situaciones. Raras veces da la montaña la unidad de la comarca, pero suele dar su dualidad, su divorcio y sus discordancias.

Celosos y discretos obispos han hecho sin duda muy bien en suprimir estas discordancias o salidas de tono; pero lo esencial de la representación, que consta de procesiones y pasos, sigue todavía y hubiera sido lástima suprimirlo; hubiera sido un crimen de lesa poesía popular.

Pero rásganse las nubes que nos envuelven, y nos encontramos más allá de los límites terrestres, no sujetos al espacio y al tiempo, y en el dominio de lo infinito y de lo eterno. Aquí enmudecen todas las discordancias; aquí sólo se oyen las voces humanas á manera de himnos solemnes, acompañados de las melodías de la música sagrada.

Palabra del Dia

rigoleto

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