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Actualizado: 7 de junio de 2025
Dos diarios de la capital, siempre en escándalos á rivalidad, publicaban cada tres horas una edición con detalles nuevos sobre el Hombre-Montaña y sus costumbres, poniendo en boca del pobre sabio mentiras y disparates que le hacían rugir de indignación.
Por entre la multitud de pasajeros, empleados y changadores que llenaban el andén, apareció Melchor acompañando a Ricardo. ¿En qué andan? Este, que quería comprar La Nación y La Prensa, a pesar de que yo los llevo. Y yo también. No importa replicó Ricardo; yo no puedo pasarme sin los diarios. ¡Pero si los teníamos!
Los diarios quehaceres de la vida conventual no pudieron hacerlo olvidar su pena: ni los versículos de los Salmos ni las oraciones del Oficio.
No fuimos nosotras, seguramente; pero la historia salió en un diario con la cifra, y en el acto dos jóvenes reporters acudieron a hacer sufrir un interrogatorio sobre su pasado a M. Scott, pues querían escribir sobre nosotros una crónica en sus diarios. M. Scott es a veces algo vivo, y ese día lo fue bastante, despidiendo bruscamente a esos señores sin decirles nada.
Frente al Suizo, se colocaban los bolsistas, accionando en grupos, lamentándose de la decadencia de los negocios. Los pilluelos pregonaban á gritos los diarios recién llegados de Madrid.
Una de ellas Apóstol, que entonces se publicó anónimo en los diarios, por temor de desacreditar mi trabajo constitucional, y que hoy puedo firmar á la luz del dia cuando la doble tarea ha sido cumplida.
Huberto se separó de su madre, triste y descontento, pero bien decidido a mantener la palabra dada a María Teresa. De vuelta en su casa, recorrió los diarios y pudo leer los detalles de la quiebra Raynaud, así como el relato de la muerte trágica de Pablo Raynaud, a quien habían encontrado en su cuarto, perforada la sien por una bala de revólver.
Nosotros no estamos preparados para gobernar con Hamilton, Madison y Story. ¡El buen sentido, eso basta! ¡Sí, señores, el buen sentido basta! Yo por ejemplo, no leo sino los diarios, y el periodismo, señores, es como el pelícano, alimenta a sus hijos con su propia sangre. ¿Usted ha estado en mi estudio, señor don Ramón, no es verdad? ¿Ha estado usted? ¡Pues bien! ¿Qué libros ha visto usted?
Después de desarmarlo, él mismo lo conduce a la Policía, sin haber querido dar a su nombre al sereno, como tampoco lo dió en la Policía, donde fué, sin embargo, reconocido por un oficial; los diarios publicaron al día siguiente aquel acto de arrojo. Sabe una vez que cierto boticario ha hablado con desprecio de sus actos de barbarie en el interior. Facundo se dirije a su botica y lo interroga.
Los más bulliciosos correligionarios le rodearon para hablar una vez más de la gran noticia que hacía una semana traía revuelto al partido. Iban a ser disueltas las Cortes; los diarios no hablaban de otra cosa. Dentro de dos o tres meses, antes de finalizar el año, nuevas elecciones, y con ellas el triunfo ruidoso y unánime de la candidatura de Rafael.
Palabra del Dia
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