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Actualizado: 11 de junio de 2025
A lo largo de las polvorientas paredes, donde los tapices flamencos desplegaban obscuramente sus fábulas, pendían o se apoyaban viejos retratos de familia y toda clase de muebles señoriles, unos hallados en la casa y otros traídos de Valsaín por el hidalgo. Cuando se caminaba por los estrados, las baldosas, rotas o sueltas, resonaban bajo las alfombras de Turquía.
Los esclavillos negros, en tallas de búcaro o en blanco y fino barro de la Rambla, brindaban con el agua cristalina y fresquísima de las fuentes más puras y nombradas. Los mercaderes de poca monta desplegaban en sus azafates de paja de la India las cintas y listones que, halagando el gusto y afición de las muchachas, hacían caer en la tentación de comprarlas a los galanes y mancebos.
Miráronse los oyentes unos a, otros, y los monosílabos de aquiescencia y de admiración corrieron de boca en boca, demostrando la prontitud con que aquellas juveniles inteligencias desplegaban sus alas, aún entumecidas y vacilantes, para intentar describir los primeros círculos en el espacio del pensamiento.
Largas filas de tiendas, brillantes de oropel y colorines, desplegaban á la vista racimos de pelotas, de máscaras ensartadas por los ojos, juguetes de hoja de lata, trenes, carritos, caballitos mecánicos, coches, vapores con sus diminutas calderas, vagillas de porcelana liliputienses, belencitos de pino, muñecas estrangeras y del país, rubias y risueñas aquellas, serias y pensativas estas como pequeñitas señoras al lado de niñas gigantescas.
Con más o menos esfuerzos desplegaban la cintura, fatigados los riñones, y descubrían grandes frentes cubiertas de cortos cabellos, cuya blancura se destacaba sobre el rostro atezado por el sol.
Amaneció un día con el viento al Sur, casi en calma: el cielo, sonrosado con algunas nubes aturbonadas; la bahía, como un espejo; la mar, como un lago; la temperatura, á placer; el campo, verde y fragante; las flores, meciéndose sobre los tallos; los árboles, entreabriendo sus hinchadas yemas y asomando por ellas las tiernas esmaltadas hojas, que se estremecían y se desplegaban al sentir por primera vez el calor de los rayos del sol vivificante; la sonora voz de las campanas de todos los templos, llenando de armonías el espacio; y el movimiento y la circulación, interrumpidos por la solemnidad de los días anteriores, restableciéndose bulliciosos en todas las arterias de la población.
Un enorme globo de cristal pendiente del plafón, proyectaba una claridad viva y pura sobre un rico tapiz turco, de un azul brillante, en el que se veían bordados hermosos pájaros rojos que desplegaban sus alas doradas, y tenían entre sus patas de plata largas serpientes de escamas verdes como esmeraldas; un diván de raso obscuro, daba la vuelta a toda la pieza.
Nosotros andábamos, andábamos sin detenernos. Considerando que lo mejor que podía hacer era seguir a mi viejo acompañante, mis alas se desplegaban a compás de las suyas, para replegarse y quedar inmóviles tan pronto como él se detenía.
Las evoluciones de las maniobras militares; el tumulto y fragor de la batalla; los bélicos sonidos de antigua y heroica música oída hacía treinta años, tales eran quizá las escenas y armonías que llenaban su espíritu y se desplegaban en su imaginación.
Palabra del Dia
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