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Actualizado: 7 de junio de 2025


La vida del cantor de Ligeia, esa extraordinaria mujer, prodigio de carne y maravilla de inteligencia, nos da la impresión de una negra pesadilla, de una taumatúrgica alucinación de opio, por donde vaga la sombra sonámbula de ese triste discípulo de un fatal y desventurado maestro, cuya voz repite ese único y desolado estribillo: «Nunca másLos poetas borrachos

Este despertó por , pero su despertar fue tremendo. Tenía inmóviles los músculos de la cara; paralizada la lengua que no podía pronunciar palabra alguna; la mirada incierta, y las extremidades del cuerpo rígidas y frías como el mármol. Ramón, desolado y lleno de terror, acudió en busca de D. Anselmo y llamó a D. Acisclo para que acompañase a su sobrino.

Era de observarse en aquel momento la cara de mi viejo camarada; la cómica solemnidad que se esforzaba por mantener le daba un aire mefistofélico. Mi tío lo miraba sin comprenderlo, pero era bastante suspicaz para explicarse que don Benito no estaba tan desolado como lo exigían las circunstancias. Yo estaba esperando la palabra burlona del viejo solterón y no se hizo esperar.

Este barranco, que cortaba la huerta como una grieta profunda, sombrío, de aguas estancadas y putrefactas, con orillas fangosas junto á las cuales se agitaba alguna piragua medio podrida, era de un aspecto desolado y salvaje. Nadie hubiera sospechado que detrás de los altos ribazos, más allá de los juncos y los cañares, estaba la vega con su ambiente risueño y sus verdes perspectivas.

Alzó el grito la dama, porque tenía para ella el pañuelo grandes recuerdos, y desolado don Casimiro al reconocer su error, devolvióselo con un fleco en torno de cuatro dedos de ancho.

El ángel se presenta al desolado amante y le dice que recuerde sus votos, escritos en el cielo, á cuyo cumplimiento le exhorta, ya que Helvidio ha muerto.

Herido por doquier, desventurado sin reposo, la seguía constantemente y cuando eso no me era posible la echaba de menos desolado, maldecía a los que me disputaban su presencia y me desesperaba. Algunas veces me rebelaba sinceramente contra costumbres en las cuales me disipaba sin fruto, que no contribuían gran cosa a mi felicidad y me quitaban un resto de razón.

Señora contestó don Benito, el duelo ha concluido y la vida comienza de nuevo. Pero usted dijo Blanca, con ironía, sobrino carnal, y en Palermo, el mismo día del entierro; ¡qué escándalo! Sobrino carnal, no; político, ... no hay inconveniente. Y ese pobre tío, ese señor don Ramón, ¿cómo estará de triste y desolado? inquirió Fernanda.

Palabra del Dia

rigoleto

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