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Actualizado: 25 de junio de 2025
Usted que es hombre que supone, un señor considerable, y que don Federico le aprecia tanto, debería usted darle una puntadilla sobre el asunto, un buen consejo, en bien de ellos y de todos nosotros.
En fin, adiós; huye de España, vete a otro país; vende la tartana y los negros, vete a vivir tranquilo y dichoso, y, en medio de tu felicidad, acuérdate alguna vez del gitano. Blasillo cayó a sus pies. ¿No te parece, hijo mío, que es una lástima acabar mi vida por donde debería haberla comenzado?
Debería estar rodeada de alguna cosa que recordare la vida, flores, pajarera, una conchita llena de agua de mar donde podría llevar todos los días sus descubrimientos, las pequeñas curiosidades que la proporcionarían los pescadores.
Y usted no habrá querido exponerse a eso. El señor Le Bris enrojeció a su pesar, porque la duquesa decía la verdad; pero salió de aquel mal paso haciendo el elogio de don Diego. Le pintó como un noble corazón, un caballero de antaño perdido en nuestro siglo. Puede usted creer, señora duquesa, que si nuestra querida enferma llegase a salvarse, lo debería a su marido.
El duque dijo el general debería satisfacerse con cosas de otro jaez. General dijo el tertuliano, que había hablado antes , son flaquezas humanas. El duque es joven... ¡Ah! exclamó la condesa . No hay cosa más infame que sospechar o hacer que se sospeche el mal donde no existe.
Yo soy tan católico como el primero dijo un maestro de la Fábrica Vieja, de larga perilla rizada y gris, socialista cristiano a su manera soy tan católico como el primero, pero creo que al Magistral se le debería arrastrar hoy y colgarlo de ese farol, para que viese salir el entierro....
Todo me anuncia una buena noticia. La desgracia no puede durar tanto tiempo, ¿no te parece? Es como la mala suerte en el juego: acaba por pasar; lo que importa es tener fuerzas para resistirla... Debería sentirme satisfecha. La emoción apenas me ha dejado dormir esta noche... He pasado de los treinta; ya sabes: esos treinta mil francos que parecían antes el límite de mi suerte.
A ninguno debería dársele nada de balde, pudiendo trabajar, para que así cada uno procurara tener bueyes, caballos y todo lo necesario para ahorrarse de tener que pagar alquileres.
A los muchachos, muchachas, viejos, viejas y otros de esta calidad, se les debería emplear en cosas que cómodamente pudieran hacer, de forma que ganaran para comer y vestir; pues, como digo, hay para ocuparlos a todos con utilidad de la factoría.
Al hablar de todo ello, debería empezar su discurso como el gracioso doctor de la ópera, exclamando: ¡udite o rustici! El título del libro del Sr. Gener lleva implícita la justificación contra todo lo que pudiera decirse acerca del mérito relativo de los personajes cuyos retratos literarios ha hecho.
Palabra del Dia
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