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No fiarse de su penetración y dársela cocida y caliente, como hace Balzac, por ejemplo, es afear las novelas y exponerse además á que un crítico haya dicho con razón que su filosofía es la de un viajante de comercio.

Pues si de estar buscándola ya se trataba, como ellos iban sospechando, y le veían lúcido, sano y contento, ¿qué más necesitaban saber por de pronto? Ya se andaría lo que faltaba por andar; ya les daría la sorpresa de las sorpresas cuando fuera la hora de dársela... Pero ¿por qué lado la tomarían entonces?

»Mientras llega la ocasión de dársela de palabra, tengo un señalado placer en repetirle que soy de usted verdadero amigo y seguro servidor q. s. m. b. »ADRIÁN P

17 Si su padre no quisiere dársela, él le pesará plata conforme al dote de las vírgenes. 18 A la hechicera no darás la vida. 19 Cualquiera que cohabitare con bestia, morirá. 20 El que sacrificare a dioses, excepto sólo al SE

No parece en las Farsas agenas; ó en la que haze digna de su presencia, procura mostrarse divertido. I si merece alabança, i le preguntan su voto, procura darsela tan escasa, i con tales demostraciones de superioridad, que mas parece querer mostrar, que la honra, que aprovarla. ¿No es todo esto Comedia, i mas entretenida que la que ellos componen?

Acudieron los mozos de los huéspedes a pedir cebada; salió el huésped de casa a dársela, maldiciendo a sus mozas, que por ellas se le había ido un mozo que la solía dar con muy buena cuenta y razón, sin que le hubiese hecho menos, a su parecer, un solo grano.

La libertad es al hombre lo que la instruccion á la inteligencia, ¡y el no querer los frailes que la tengamos es el orígen de nuestros descontentos! ¡La instruccion no se da más que al que se la merece! contestó secamente el P. Fernandez; dársela á hombres sin caracter y sin moralidad es prostituirla. Y ¿por qué hay hombres sin caracter y sin moralidad? El dominico se encogió de hombros.

¡Cómo enrojeció el borregote viéndola!... Al pasar ella por segunda vez, quedó como encantado, con una pierna de cordero en la diestra sin dársela á su panzudo patrón, que en vano la esperaba, y el cual, soltando un taco redondo, llegó á amenazarle con su cuchilla. La tarde fué triste.

Aun iré más lejos: la Biblia es la única obra indispensable que yo conozco, y me parece que al dársela al hombre, Dios le ha dado todo lo necesario para su inteligencia. Por eso yo he conservado la costumbre de leer todas las noches un capítulo según el estado de mi espíritu.

»Rogar a Dios que nos envíe la muerte, esperarla como una salvación, desearla como una recompensa, ¿no es casi como dársela? ¿Es acaso tan grande la distancia que separa la vocación ardorosa del acto? Si el acto es una culpa ¿cómo podrá ser consentida la intención suplicante?... »No tendré que esperar mucho; la obra de destrucción está ya adelantada: el dolor muerde mi pecho con mayor saña.