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Actualizado: 27 de junio de 2025
Y aunque me quisiese, sería de otro modo que como querían las mujeres que Vd. cita para mi ejemplar escarmiento. Una señora, bien educada y honesta, en nuestros días, no es tan inflamable y desaforada como esas matronas de que están llenas las historias antiguas. El pasaje que aduce Vd. de San Juan Crisóstomo es digno del mayor respeto; pero no es del todo apropiado a las circunstancias.
El capellán de la Iglesia-Hospital de la Anunciación, Miguel González Vaquero, hablaba con el dominico Crisóstomo del Peso, de los milagros de doña María Vela, monja de Santa Ana. El capellán gozaba fama de santo. Su palidez cenicienta hacía pensar en terribles austeridades, y a la vez, sus grandes ojos claros emanaban conmovedora dulzura.
Sin duda su espíritu vagaba sobre San Juan Crisóstomo, sin penetrar, como de costumbre, en las entrañas de la teología. Clara dijo después de meditar un momento, Clara, ¿sabes que me parece que el cuarto donde se ha puesto al sobrino del señor don Elías es un poco estrecho? ¿Estrecho? dijo Clara, afectando indiferencia. No: para un hombre solo....
San Juan Crisóstomo perdóneme el santo varón debió llegar a la santidad por la influencia desgraciada de algún desengaño amoroso. Si así fuera, debía ser más justo con nuestro sexo, ya que, gracias a los desvíos de alguna ingrata, pudo alcanzar su estado de perfección y de gloria eterna. Yo leo constantemente su definición de la paciencia, una de las principales virtudes de la mujer.
Á pesar de eso, el promotor fiscal, que era hombre chusco, hacía su parodia en la tienda de D. Marcelino, y contaba que un día, explicándole á D. Juan de qué modo se había caído de un caballo, al llegar al punto de decir «el caballo se levantó de atrás y me arrojó por la cabeza, estrellándome contra una pared cercana», D. Juan Crisóstomo le había interrumpido exclamando: «¡Perfectamente!» Sería invención del promotor, pero era muy verosímil.
Cipriano y Lactancio acusan á los mismos de enseñar el adulterio y la lujuria ; Tertuliano llama á los teatros templos de Venus y de Baco, escuela de inmoralidad y de deleite , y Crisóstomo pinta con colores no menos sombríos las compañías de actores de su tiempo.
Se le venía á la memoria la célebre oracion de San Juan Crisóstomo defendiendo al eunuco Eutropio: «¡Nunca fué como ahora oportuno decir: Vanidad de vanidades y todo vanidad!»
Palabra del Dia
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