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Actualizado: 11 de mayo de 2025


Andareis errante y lleno de entusiasmo por aquel bosque de columnas, os turbareis ante la espléndida magnificencia del santuario, dejareis el mihrab como un creyente del Profeta; y vos, sectario de la doctrina de Jesucristo, llegareis á maldecir al que se atrevió á derribar sus techos y á interrumpir la armonía de sus naves para levantar en ellas altares á vuestro Dios, altares á los que por él arrostraron el martirio.

Y no la ensalzo yo como un creyente de su siglo, como un fervoroso católico, como los santos, los doctores y los prelados sus contemporáneos la ensalzaban.

Con cuán victorioso despecho preguntábase entonces: ¿Cómo el alma del creyente podía correr en pos de un grano de vida como aquél, de una migaja de sensualidad efímera, y a veces emponzoñada, si Dios le ofrecía desde el cielo los goces infinitos y eternos?

Acompañad á ese templo al mas fervoroso creyente en Jesucristo sin decirle que aquella es la catedral cristiana: entrará con la cabeza erguida y cubierta, levantará la voz, no doblará nunca la rodilla. Admirará la obra del arte; y embebido en la contemplacion de tantas maravillas, lo olvidará todo para pensar tan solo en el Profeta.

En efecto, don Mariano era un creyente sincero, que cumplía escrupulosamente con los preceptos morales de la religión, pero que miraba con un poco de tibieza, ya que no con desdén, los referentes al culto.

El poeta, con su corazón elevado y creyente, y con su amor inmenso, rasga el velo que oculta á los ojos de los mortales el reino de Dios; ábrese el cielo, lleno de nubes rosadas, que se mueven en todas direcciones, y de rostros angelicales resplandecientes, iluminando al linaje humano esos rayos sagrados, hasta los abismos más profundos de lo finito, hasta que todas las miserias de la tierra desaparecen ante el esplendor del astro del cielo.

En los últimos siglos los cristianos se han dividido: unos han permanecido adictos á la Iglesia católica, otros han conservado del cristianismo lo que les ha parecido bien; y á consecuencia del principio fundamental que han asentado, y que entrega la fe á discrecion de cada creyente, se han fraccionado en innumerables sectas. ¿Dónde estará la verdad?

Todos adoraban, con el fervor del creyente, los milagros de la alfalfa con riego. En el territorio de Río Negro esta planta de origen asiático sólo necesitaba ser sembrada una vez. Los alfalfares, cuando tenían agua, resultaban perpetuos.

Por una rara asociación de ideas, la dureza del padre de familia, que excluye de su herencia a la totalidad de sus hijos menos uno, se une a la fe sincera del creyente que quiere la prosperidad de la religión.

La bella Kadjira, contemplando el infortunio de Mahoma, le dijo: «¡Yo seré tu primer creyenteCristeta, viendo desdichado a su amante se le entregó diciendo: «Mis labios son manantial de consuelo. ¡BebeDespués... suspiros sofocados por caricias y una sensación nueva, indefinible, mitad material, mitad extrasensual. ¿Hizo bien? ¿Cometió gran pecado? ¡Ah!

Palabra del Dia

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