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El órgano desgarrador y tempestuoso había sido reemplazado por el armónium; en vez de los santos negruzcos y horripilantes de la antigua devoción española veíanse imágenes sonrientes de fresco charolado, correctas y distinguidas cual corresponde á un culto de personas decentes; las lámparas de luz eléctrica, en gran profusión, sustituían á los cirios humosos que con su olor de cera daban mareos á las señoras.

El señorito es un adolescente de tez blanca, sonrosada, de facciones puras y correctas como las de un Apolo, los ojos de un azul muy claro, la frente despejada, quizá demasiado despejada, y la boca pequeña, quizá demasiado pequeña. Á no ser por el bozo incipiente que mancha su labio superior, sería su rostro el de una dama y no mal parecida.

Su boca es pequeña, aunque de labios un tanto gruesos; sus pómulos pronunciados; la frente deprimida; los dientes pequeños y ligeramente coloreados por los jugos del buyo, y mórbidas y correctas sus formas, según podemos ver bajo la transparencia de su rica camisa de piña. Angué viste un costoso traje.

Podría tener trece o catorce años, pero estaban ya bien señaladas en ella las formas de la mujer: vestía de corto, sin embargo. Era blanca, con ojos y cabellos negros, mas su semblante no ofrecía la expresión provocativa que suele tener esta clase de rostros. Las facciones no podían ser más correctas ni el conjunto más armonioso.

Saturados de ese espíritu gaucho, hay entre nosotros algunos poetas de formas muy cultas y correctas, y no ha de escasear el género, porque es una produccion legítima y espontánea del pais, y que en verdad, no se manifiesta únicamente en el terreno florido de la literatura.

Era rubia, de un blanco de jaspe, de facciones correctas, a excepción de la barba, que apuntaba hacia arriba; tenía el torso de mujer, y debajo de la falda ajustada se dibujaban muslos poderosos, macizos, de curvas armoniosas, de seducción extraña.

Aunque era de facciones correctas, llorando se ponía muy feo, muy ridículo, con un gesto parecido al que daba a su cara la música más sentimental, interpretada en la flauta de Valcárcel. Su hijo, su pobre hijo, lloraba así: feísimo, risible y lamentable también. Pero... ¡era su retrato! , lo era con aquella expresión de asfixia.

Tenía hermosos ojos y muy correctas facciones; y sin dejar de ser animosa para todo, faltaba casi siempre en sus actos y en sus dichos el color de la sinceridad, lo cual se atribula, más que a un vicio de su carácter, a que rara vez la animaba el calor del entusiasmo. Sagrario era una rubia inquieta y bulliciosa, ávida de impresiones, de aire, de luz... y de golosinas.

En cuanto a la tercera, Nucha, asemejábase bastante a la menor, sólo que en feo: sus ojos, de magnífico tamaño, negros también como moras, padecían leve estrabismo convergente, lo cual daba a su mirar una vaguedad y pudor especiales; no era alta, ni sus facciones se pasaban de correctas, a excepción de la boca, que era una miniatura.

Teresa, costurera también, era por su rostro una verdadera mora, y de las más oscuritas; el cabello negro como el azabache, los ojos rasgados y tan negros como el pelo, la nariz y la boca correctas. Pasaba por fea en la villa a causa de su color: en realidad era un hermoso tipo oriental.