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Aresti, á los dos años de casado, adquirió la convicción de que su esposa no le amaba. Es más: le sirvió de consuelo la certidumbre de que ella no podía amar á nadie.

Tenía la convicción al abrir la caja que contenía su traje que ésa sería la opinión de la señora Osgood, porque el espíritu de la señorita Nancy se parecía de un modo extraordinario al de su tía.

¿Yo qué ? contestaba el rústico. Y guiándose por las palabras incomprensibles de la doncella, añadía con gran convicción: Será alguna fransesa... Una fransesa rica. Volvió Rafael a seguir con la vista las dos sombrillas que descendían la pendiente como insectos de colores. Disminuían rápidamente.

La convicción de su derrota le hizo bajar la cabeza tristemente. Los amigos se habían burlado de él: era una broma de las suyas. Y cuando, confesándose vencido, quiso ganar la puerta, su buena hermana no le dejó partir con tanta facilidad.

Mientras la notable defensa de mi abogado, yo comprendía que ninguno de los argumentos con tanta inteligencia aducidos por él llevaba la convicción á los ánimos, y mi sentencia sin asombro alguno.

Don Mariano, su esposo, participaba de la misma convicción, aunque en otra época, tanto el poeta lírico como el comerciante le habían causado grandes desasosiegos y turbado no pocas veces la paz de sus relaciones amorosas. Pero era hombre justificado y amigo de dar a cada uno lo suyo.

De su piedad pasajera sólo le quedaba la convicción de que son necesarias las buenas obras además de la fe para salvarse, y la costumbre de persignarse al levantarse, al salir de casa, al dormir, etc., etc. Había vuelto a Calderón y Lope con más entusiasmo que nunca.

Al encontrar en la fisonomía de un extraño un reflejo de la personalidad del hombre a quien ella amaba, compréndese que aquella mujer demostrase a Delaberge la amistosa confianza que la vanidad le había hecho atribuir a sus méritos propios. Los hechos más insignificantes le sugerían ahora nuevos motivos de convicción.

Hasta ayer sólo tenía vagas noticias de ello; ahora puedo darle un aviso concreto. Creo que es mañana cuando intentarán el golpe contra usted, gentleman. En cuanto á los instigadores del crimen, tengo formada mi convicción y nadie me hará desistir de ella.

Estaba pobre; más pobre que cuando llegó á establecerse en esta tierra maldita. Pero su fe en Robledo y la necesidad de consolarle hicieron que se mostrase optimista. Todo se arreglará, don Manuel repitió varias voces, pero sin convicción. Don Manuel, viendo cómo las aguas insistían en su obra destructora, pasó de la tristeza á la cólera. Sus ojos ya no miraban al río.