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Actualizado: 9 de junio de 2025
El bolsista adivinaba algo en las miradas de la esposa de su antiguo principal. Y en su credulidad de calavera viejo e inocente echaba el cuerpo atrás con cierto orgullo, como si estuviera convencido de que sus prendas personales habían influido en tan asombrosa conquista.
Le representaba herido, con la pierna atravesada de un arcabuzazo en el sitio de Pamplona y leyendo la historia de la Virgen, que fué el punto de partida de su conversión. Con voz de cicerone convencido, el hermano explicaba á Aresti la historia del santo.
Cuando se la había oído una vez, se estaba tan firmemente convencido como si se hubiese abierto una información con todas las formalidades del caso. Contó su nacimiento en una rica propiedad de la Provenza. Sus padres, que poseían una importante fábrica, destinaban a un industrial su hija y su fortuna.
Séneca había compuesto un elocuentísimo discurso contra la ira, lo cual de nada sirvió, ya que no se sabe de sujeto alguno que haya dejado de ponerse iracundo y de hacer mil barbaridades, convencido y corregido por los razonamientos de Séneca.
Porque la verdad es que los dos habían llegado a la edad reglamentaria, en que es forzoso abandonar el servicio activo y entrar en la reserva; y de esto parecía convencido don Bernardino, en quien la ambición era la pasión dominante.
Debes estar convencido de que si sólo se tratase de sacrificar mi reposo á tu dicha, no dudaría ... Pero tener á Clementina por suegra ... ¡porque sería tu suegra! no habría en el infierno suplicio semejante. Hay que haberla conocido joven para sospechar lo que debe ser ahora que es vieja.
¡Juventud... juventud! decía . Usted, Martínez, es la España que viene; yo la España que fué y no resucitará nunca. Estoy convencido de que el mundo va por otros caminos. Sostenía frecuente correspondencia con muchos voluntarios españoles de la Legión.
Se vió tendido al anochecer en los hierbales, esperando al gringo, que después de darle los puñetazos iba á pasar la noche en Asunción. Al tenerle cerca, le disparaba un pistoletazo. Quedaba mal herido el escocés, guardaba cama varias semanas, y luego de restablecerse se iba del país, convencido de que no es prudente tener cuestiones con la gente cobriza. Se miraron largamente los dos hombres.
Un profesor le anunció que Momaren, por ciertos detalles que le habían comunicado algunos subordinados, estaba ya convencido de que era Ra-Ra el que acompañaba al gigante.
El doctor le estrechó la mano con frialdad, convencido de que se separaban para siempre, de que en adelante se mirarían con extrañeza, como si fuesen otros hombres. Y Aresti salió de la huerta, precedido por el hermano, que ahora callaba y parecía tener prisa en sacarle del monasterio, como si hubiese escuchado de lejos parte de la conversación.
Palabra del Dia
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