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Actualizado: 8 de junio de 2025
Al regresar contó a su madre lo ocurrido, y con no pequeña admiración oyó que la impedida la reprendía por no haber aceptado la propuesta matrimonial; y es el caso que la lógica de la tullida parecía contundente.
Pues cátalo ahí exclamó triunfante el tío Merlín. ¿Á qué santo ese hombre nos ha de regalar un reló, sin más acá ni más allá? El concejo se quedó tamañito bajo tan contundente argumento. De manera dijo el alcalde, que nos convendrá decir á ese señor que se guarde el regalo para engatusar á otros tontos.... No, señor: «á la zorra candilazo», que dijo el otro replicó el tío Merlín.
Y yo le digo: 'Por un niño, bien se podría dar la virtud.... ¡Ah!, no tener valor para decirle esto... ¿Pero cómo?, ¡si no hay palabra que se preste a decirlo!...». La palpitación que sentía era tan fuerte que tuvo que sentarse. Se ahogaba. En la región cardiaca, o cerca de ella, más al centro, sentía el golpe de sangre, con duro y contundente compás.
Triunfó en el combate el breviario gótico, demostrando su superioridad con magníficas cuchilladas; pero aun después de manifestarse por este medio contundente la voluntad de Dios, el rito romano fue poco a poco enseñoreándose del culto, hasta dejar al mozárabe arrinconado en aquella capilla como una curiosidad del pasado.
Este último argumento me pareció tan contundente, que dejando mis antiguas preocupaciones contra las cartas, resolví profesar esa nueva religión de ases y damas. Pero yo nunca había tocado una baraja francesa. Detestábalas de todo corazón.
Apoyando las cláusulas con enfático gesto, se le ocurrían frases de admirable efecto contundente, frases capaces de tirar de espaldas a todos los individuos de la familia si las oyeran. ¡Qué lástima que no estuviera allí su tía...! Como si la estuviera viendo, le soltó estas atrevidas expresiones: «Y para que lo sepa usted de una vez, yo no cedo ni puedo ceder, porque sigo en esto el impulso de mi conciencia, y contra la conciencia no valen pamplinas, ni ese cúmulo, ese cúmulo, sí señora, de... preocupaciones rancias que usted me opone.
Tres mozos, capitaneados por el maestro Calleja, rapaban semanalmente las barbas de un centenar de liberales de los más recalcitrantes. Allí se discutía, se hablaba del Rey, de las Cortes, del Congreso de Verona, de la Santa Alianza. Oiríais allí la peroración contundente del oficial primero y más antiguo, mozo que se decía pariente de Poilier, el mártir de la libertad.
Palabra del Dia
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