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La gente menuda, los del tendido de sol, pasaban en grupos, con la enorme bota al hombro y un garrote de Liria en la mano, oliendo a vino y vociferando, como si comenzasen a sentir la borrachera de insolación que les aguardaba en la plaza.

Porque decian así: que los indios y los Padres, luego que viesen que se obraba deveras, y comenzasen á experimentar la guerra, habian de amedrentarse, y salir al encuentro de los ejércitos mas inmediatos, rogando ó pidiendo la paz, y con profunda humildad entregarian las armas, les pedirian perdon de la resistencia, y entonces se les concederia en nombre del Monarca: pero con estas condiciones; que, se permitiese á los ejércitos ir y discurrir por donde quisiesen: luego al punto llevarian, ó enviarian las cosas móvibles y semovientes, dejando á los Portugueses la tierra, campos, pueblos y pagos: pero si hiciesen al contrario, infaliblemente todos, como si fuera uno, habian de ser muertos á hierro y fuego.

Dióse órden á los electos para que comenzasen á ejercer su oficio en el arzobispado de Sevilla, i en el obispado de Cádiz, donde habia necesidad de su celo para reducir á la fe de Cristo á los judíos conversos en otro tiempo, i ahora separados del camino de la verdad.

Llegóse un día déstos, y Policarpo procuró aventajarse en magnificencia y grandeza en solenizarle sobre todos cuantos hasta allí se habían hecho; y cuando ya el teatro estaba ocupado con su persona y con los mejores del reino, y cuando ya los instrumentos bélicos y los apacibles querían dar señal que las fiestas se comenzasen, y cuando ya cuatro corredores, mancebos ágiles y sueltos, tenían los pies izquierdos delante y los derechos alzados, que no les impedía otra cosa el soltarse a la carrera sino soltar una cuerda que les servía de raya y de señal, que en soltándola habían de volar a un término señalado, donde habían de dar fin a su carrera, digo que en este tiempo vieron venir por la mar un barco que le blanqueaban los costados el ser recién despalmado, y le facilitaban el romper del agua seis remos que de cada banda traía, impelidos de doce, al parecer, gallardos mancebos, de dilatadas espaldas y pechos y de nervudos brazos; venían vestidos de blanco todos, sino el que guiaba el timón, que venía de encarnado, como marinero.

Ninguna prueba que caracterice mas esta verdad, que la de que hallándose ya en cinta la reina Isabel la Católica, comenzasen á propalar varios personajes, entre los cuales se hallaba D. Enrique de Villena, que la sucesion que esperaban no podia menos de ser bastarda; y esto lo deducian de las varias escenas que habian presenciado en palacio.