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Actualizado: 3 de mayo de 2025
La identidad de las dos mujeres, debilitada por las diferencias de aspecto y de expresión que había observado, así como por las imposibilidades materiales de tiempo, de condición y de nacionalidad que se deducían de las noticias de Pector, se encontraba restablecida por la intervención de aquel desconocido que, evidentemente, me señalaba á Jenny como peligroso.
En el momento en que creyó reconocer la voz de Sorege en el cuarto de Jenny Hawkins, en San Francisco, el conde estaba en América, lo que hacía verosímil su presencia en el teatro y afirmaba con fuerza todas las consecuencias que de ella se deducían. Sus sospechas no eran ya queméricas, sino que se fundaban en un hecho real. Sorege estaba en América, luego no había coartada posible.
Ninguna prueba que caracterice mas esta verdad, que la de que hallándose ya en cinta la reina Isabel la Católica, comenzasen á propalar varios personajes, entre los cuales se hallaba D. Enrique de Villena, que la sucesion que esperaban no podia menos de ser bastarda; y esto lo deducian de las varias escenas que habian presenciado en palacio.
El público del sexo de Lady Clara, y una fracción del sexo opuesto, formado, sin embargo, por personas de poco carácter, adoptaba la opinión de tal periódico. Pero los más no deducían del acto consecuencias morales; les bastaba saber que la raptora había sacudido de sus primorosas zapatillas el encarnado polvo de Fiddletown; lamentaban más bien su pérdida que el crimen cometido.
De la posición del arma, la empuñadura hacia fuera, y el cañón apuntando al cadáver, deducían, los doctores que si la Condesa se había matado, debía haberse hecho el tiro estando parada: de ese modo el revólver, al caer al suelo, se había dado vuelta.
De las explicaciones de Gabriel deducían la certeza de que eran infelices, teniendo el mismo derecho al bienestar que aquellos privilegiados a los que antes respetaban en su ignorancia. Puesto que les correspondía una parte de la felicidad humana, la querían al momento, sin demoras ni resistencias, con el ardor del que reclama lo que le pertenece.
Entonces, en la mayoría de los buques se deducían la situación más por conjeturas que par cálculos; los instrumentos de navegación empleados por la generalidad de los marinos tenían errores de grados enteros. Claro que en Londres y en Liverpool había ya admirables sextantes y círculos de reflexión; pero muchos capitanes no sabían usarlos y navegaban a la antigua.
Palabra del Dia
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