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Lo propio se halla cautelado en los Colegios o Cofradías de estamentos u oficios, con Decretos expresos en los Capítulos de su gobierno, confirmados con la autoridad del Ilustrísimo Señor Virrey.

A ver, echa aquí lo que tengas en el bolsillo. ¿Crees que la gente se mantiene con cañamones? ¿Crees que hay colegios de a ochavo como los buñuelos? ¡Qué puño!... Dame guita y verás. Tengo para no pordiosear. ¿Te ha dado el Canónigo? Lo bastante para poner a Mariano en una escuela y para vestirme con decencia. ¡Ah!, canóniga..., pitarás... Hablemos claro».

Lo que hoy me trae Cuesta, no hará más que pasar por mis manos, y con esto habré consagrado al Patrocinio siete millones largos, y aún haré más, para que la casa y colegio de Madrid tengan todo el decoro y la magnificencia que corresponden a tan grande instituto... Impulsaremos las obras de los colegios de Valencia y Cádiz...

En efecto, Vevey contiene, entre otras cosas interesantes: dos bibliotecas, la una religiosa y popular y la otra de la ciudad, con 13,000 volúmenes; un número muy considerable de colegios, escuelas, hospitales, hospicios y otros institutos de enseñanza y beneficencia; varios pequeños museos ó colecciones científicas, literarias y artísticas; tres círculos, con gabinetes de lectura; muy buenos edificios para todos los servicios públicos; excelente alumbrado de gas, muelles y mercados; centenares de talleres y pequeñas fábricas, y una multitud de sociedades que atienden á los intereses literarios, religiosos, económicos, etc.

Una sola frase de una colegiala, vino á verter la primera gota de hiel en el hermoso vaso que guardaba la existencia de la huérfana. Sucede no sabemos cómo, pero es un hecho que sucede, que tras las paredes de esas infantiles sociedades que se llaman colegios, trascienden hechos íntimos que se desarrollan en el hogar de los pequeños asociados.

Solamente en Madrid, durante aquel siglo, se fundaron diez y seis conventos de frailes, diez y siete de monjas, nueve iglesias, seis hospitales y seis colegios; es decir, que se fundaron cincuenta y cuatro establecimientos piadosos, de los cuales sólo eran de beneficencia doce. Esto sin contar un número igual de fundaciones anteriores.

Mas en tiempo de Gregorio XIII le pidieron é instaron les invistiese, y diese todas las iglesias parroquiales de Roma para que allí diese principio su monarquia, y esto que no pudieron conseguir en Roma, han conseguido en Inglaterra, donde últimamente han hecho elegir un arcipreste, jesuita in voto, que en lugar de hacer la proteccion al clero persigue como rabioso lobo todos los sacerdotes que no son dependientes suyos, reduciéndolos á estado de desesperacion, privándoles con graves penas no puedan hablar entre ; con que hoy casi todo el clero inglés es jesuita in voto, ni se recibe ya ninguno en los colegios que no haya dado palabra de ser jesuita: así, cuando aquel reino volviese á la antigua verdadera fe, daria Inglaterra principio á una monarquía jesuítica, porque todas las rentas eclesiásticas, todas las abadias y otras dignidades serán dadas á jesuitas.

Sobre ello, por lo tanto, no daremos nuestra opinión, pero diremos que la del público en general es muy favorable á los Padres, y lo prueban la multitud de colegios que tienen, su prosperidad, y el empeño con que muchas personas, hasta opuestas al jesuitismo, liberales y librepensadoras, envían á sus hijos á los colegios de los jesuítas para que allí se eduquen.

De ahí esa prodigiosa abundancia de museos, bibliotecas, colecciones científicas, hospicios y hospitales, colegios, escuelas especiales y escuelas primarias que se encuentra en Suiza; de ahí tambien la excelencia de las carreteras que surcan el país en todas direcciones, la multiplicidad de ferrocarriles, el buen servicio de correos y telégrafos, y el esmero que se tiene porque las oficinas y los establecimientos públicos tengan una residencia material digna y agradable.