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Actualizado: 11 de mayo de 2025


Era el producto espontáneo de la Naturaleza, resplandeciente como ella de majestad y de inocencia. Acurrucado en un rincón, el hombre primitivo clavaba en el secundario una mirada inquieta y temerosa.

A la mañana, amo y criado yacían, aquél en el lecho, éste en el suelo. El primero tenía todavía abiertos los ojos y los clavaba con delirio y con delicia en una caja amarilla, donde se leía «mañana». ¿Llegará ese mañana fatídico? ¿Qué encerraba la caja? En tanto la Noche Buena era pasada, y el mundo todo, a mis barbas, cuando hablaba de ella, la seguía llamando Noche Buena.

De vez en cuando, no obstante, cruzaba por su rostro una sombra: poníase de repente seria y pálida, y clavaba los ojos con obstinación en cualquier objeto. Andrés, en cuanto lo advertía, procuraba distraerla.

Anselmo encendió dos luces de esperma y salió. Oye, si la señora pregunta por , que allá voy... que estoy ocupado... que me espere en su cuarto.... ¿No es eso? ¿No quiere usted que estemos solos? El Magistral aprobó con la cabeza, mientras clavaba los ojos en la puerta por donde salía Anselmo. «Ya estaba allí, ya había que hablar... ¿qué iba a decir?

Soy viudo y tengo seis hijos». Al decir esto, poniendo en su tono tanta sinceridad como hombría de bien, clavaba en el rostro de su interlocutor una mirada semejante a la del asesino en el momento de dar el golpe a su víctima.

Todo esto nos lo iba diciendo poco a poco, mientras clavaba en nosotros su vista cristalizada y anhelosa y hundía sus manos cadavéricas en una palangana llena de agua muy caliente, aprovechando el alivio que iban produciéndole éste y otros remedios heroicos que le aplicábamos sin cesar.

Primitivo, que venía a retaguardia, clavaba en él su mirada directa y escrutadora.

Al mismo tiempo me clavaba una mirada risueña, donde quise leer cierta burla despreciativa. ¿Usté también habrá venido a sus negocios? , señor, aquí me ha traído un asunto que, por fortuna, ya tengo casi arreglado respondí con tonillo impertinente, contestando a su mirada burlona con otra de desafío. El amor propio herido hizo despertar la cólera en mi pecho.

A cada momento se arrancaba Aurora del pecho una aguja enhebrada o se la clavaba en él, pues el pecho era su acerico, y allí tenía también una batería de alfileres.

Una noche que pudo hablarme a solas me dijo que me amaba... Yo sentí un sacudimiento; me pareció que el mundo se había abierto en dos pedazos debajo de nosotras. Le miré y él clavaba los ojos en .

Palabra del Dia

commiserit

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