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Actualizado: 10 de junio de 2025
El clamor público obligó, por último, al rey de España a darle un sucesor, retirándose el Duque murmurando de la debilidad de un soberano que no le dejaba concluir la gloriosa obra a que había dado principio. Y aunque le seguían las maldiciones del pueblo, no obstante conservaba en su tranquila conciencia la satisfacción interior y el convencimiento íntimo del bien que había realizado.
LEONOR. Manrique, espera... Partió sin escucharme... ¡Inhumano! ¿Por qué con delirio insano mi corazón le adoró? ¿Y es éste tu amor? ¡Ay! Ven... No burles así tu suerte, que allí te espera la muerte, y está en mis brazos tu bien. Ya no escuchas el clamor de aquella Leonor querida... ¡Gran Dios! Protege su vida, te lo pido por tu amor.
Las pisadas y el relinchar de los caballos, los gritos de los vendedores ambulantes, el choque de las armas, las voces de borrachos pendencieros, las carcajadas de hombres y mujeres, todo aquel clamor se elevaba y se cernía, como la neblina en el pantano, sobre las calles obscuras y atestadas de la gran ciudad.
Roguemos por la suerte del mundo Americano, Porque sus nobles hijos con palmas en la mano En nombre de un principio se abracen con amor; Roguemos porque caigan los réprobos caudillos, Que en el altar sagrado dan filo á los cuchillos, Para apagar, matando, de libertad el clamor.
3 Las que eran fatuas, tomando sus lámparas, no tomaron consigo aceite; 4 mas las prudentes tomaron aceite en sus vasos, juntamente con sus lámparas. 5 Y tardándose el esposo, cabecearon todas, y se durmieron. 6 Y a la medianoche fue hecho un clamor: He aquí, el esposo viene; salid a recibirle. 7 Entonces todas aquellas vírgenes se levantaron, y aderezaron sus lámparas.
En aquella hora decisiva había sido conquistada por completo; Juan le había revelado el amor verdadero, el que brota vibrante y natural de la humanidad. ¡Ah! aquel grito que resonaba aún en sus oídos ¡cómo había conmovido todo su ser! Había comprendido aquel clamor lanzado por la sangre y por la carne, por el espíritu y por el alma de un hombre.
Deja que el sol ardiendo las lluvias evapore Y al cielo tornen puras con mi clamor en pos, Deja que un sér amigo mi fin temprano llore Y en las serenas tardes cuando por mi alguien ore Ora tambien, oh Patria, por mi descanso á Dios!
Y abriendo violentamente la puerta una gran bocanada de aire ensordeció sus oídos con el vals de La Gran Duquesa, apagando por completo el dulce silbo del cielo, el piadoso clamor de la misericordia: Ora pro nobis!... Por calles extraviadas y volviendo siempre la cara atrás, cual si le persiguiesen, llegó a casa de la Albornoz muy agitado.
Yo no sé si el alarido de un epiléptico da a los demás la sensación de clamor bestial y fuera de toda humanidad que me produce a mí. Pero estoy seguro de que el aullido de un perro rabioso, que se obstina de noche alrededor de nuestra casa, provocará en todos la misma fúnebre angustia.
Ni una brizna de desconfianza brotó en su cerebro, ni una sola reflexión adversa. Sentíase más seguro que nunca. El grito de Beatriz no fue sino el clamor de su voluntad totalmente rendida.
Palabra del Dia
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