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Actualizado: 22 de mayo de 2025
Allá abajo, en algunos sitios, las piedras escalonadas formaban como las graderías de un anfiteatro. En los bancos de este coliseo natural quedaban, al retirarse la marea, charcos claros, redondos, pupilas resplandecientes que reflejaban el cielo.
En la oscura noche invernal, caminando con paso atentado para salvar los charcos que dejó la lluvia de la tarde, parecíale a Amparo ir a cometer un delito, y, herida, sintiendo el dolor de su agravio, este pensamiento la embriagaba.
Todo valle, cuando fué recorrido la primera vez por el río ó el arroyo que hoy lo baña, estaba bastante más accidentado que en la actualidad; la graciosa sucesión de fisuras y de charcos, no ofrecía más que una serie de lagos unidos y de cascadas que se sumergían en ellos; pero poco á poco la pendiente se ha determinado, los huecos se han llenado de aluvión, las cascadas que desgastaban gradualmente la roca se convirtieron en torrentes y después en arroyos pacíficos.
En la marea baja, entre las rocas cubiertas de líquenes, solían verse charcos tranquilos, olvidados al retirarse el mar. Muchas horas he pasado yo mirando estos aguazales. ¡Con qué interés!¡Con qué entusiasmo! Bajo el agua transparente se veía la roca carcomida, llena de agujeros, cubierta de lapas.
Todos los años, por los meses de agosto y setiembre, bajan los indios á este rio, para recoger gran cantidad de huevos de tortuga, que se encuentran con prodigiosa abundancia sobre sus orillas. Pescan igualmente en los vecinos rios de Tequije y de Itaca, y en una infinidad de estanques y de charcos que se forman cuando los rios salen de madre.
El agua cae en una fosa cavada en tierra; luego desborda y se aleja por las calles abajo formando charcos y remansos de légamo verdoso... En el siglo XVI había en Infantes tres fuentes: la de la Moraleja, la de la Muela y esta otra de la ancha plaza.
Las calles de la Marina eran nauseabundas; un olor infecto se escapaba de las casas; en el arroyo zumbaban enjambres de insectos, saltando de los charcos al sonar los pasos de un transeúnte. El recuerdo de las colinas inmediatas a su torre, perfumadas de plantas silvestres y olor salitroso de mar, parecía sonreír en su memoria con una dulzura idílica.
Yo tenía bajo mi insignia como unos mil navíos, mayores todos que el Trinidad, y se movían a mi antojo con tanta precisión como los juguetes con que mis amigos y yo nos divertíamos en los charcos de la Caleta. Mas al fin, todas estas glorias se desvanecieron; lo cual, siendo como eran puramente soñadas, nada tiene de extraño, cuando vemos que también las reales se desvanecen.
Cuando uno se colocaba al borde de la pendiente, la mirada caía sobre los ruinosos techos de bardas cuyas grietas dejaban pasar el humo; se veía claramente el movimiento de la sucia callejuela, donde los niños medio desnudos chapoteaban en los charcos cenagosos, y las mujeres permanecían perezosamente agachadas en el umbral de sus casas, mientras que los hombres cubiertos de harapos se dirigían, con la pala en el hombro, hacia el despacho de bebidas.
Vamos al pueblo dijo Ugarte a ver si encontramos algo que comer. El cielo estaba despejado y lleno de estrellas; los charcos, helados; el suelo, endurecido por la escarcha. El viento frío soplaba con fuerza. Nos acercamos a la aldea. Era ésta de pocas casas. Los perros ladraban en el silencio de la noche. Pasamos por delante de una casita pobre con dos ventanas iluminadas.
Palabra del Dia
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