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Actualizado: 22 de junio de 2025


En la provincia de Surigao los terrenos auríferos comprenden la mayor parte de su superficie. Para poder dar una completa idea de la inmensa cantidad de oro que atesoran los terrenos de esta provincia, citaremos el informe emitido, al tratar de este particular, por el ingeniero inspector del ramo de minas D. José Centeno.

A la derecha hay centeno de invierno, como de costumbre; pero a la izquierda, donde se plantaban en otro tiempo las patatas, hay entonces una huerta en la que se alinean gravemente, en filas regulares, los espárragos y los tallos de remolacha.

Durante la comida, y entre la algazara de una conversación animada sobre el trabajo de la mañana, oíase una voz que bruscamente decía: «Toma». La Nela recogía una escudilla de manos de cualquier Centeno grande o chico, y se sentaba contra el arca a comer sosegadamente. Yo pensé que también hoy se había quedado en Aldeacorba». Por las noches, después de cenar, rezaban el rosario.

Por su accion sobre los capilares de las estremidades, el carbon disputa al centeno cornezuelo su indicacion, por la hinchazon lívida de los dedos de los piés, y por los éstasis asténicos de la sangre; tambien se la disputa al causticum, porque las estancaciones de este tienen un carácter seroso, mientras que las del carbon son venosas.

Como allí había alguna claridad, porque jamás se cerraba la madera del ventanillo, Cilipín Centeno, que no dormía aún, vio que las dos cestas más altas, colocadas una contra otra, se separaban abriéndose como las conchas de un bivalvo. Por el hueco aparecieron la narizilla y los negros ojos de la Nela. Celipín, Celipinillo dijo esta, sacando también su mano . ¿Estás dormido? No, despierto estoy.

El arsénico y el centeno cornezuelo tienen muchos puntos de contacto, pero se observa en el último una influencia especial sobre las estremidades vasculares á las que parece limitar su esfera de accion.

Hacía tres años que realizaban este viaje á la entrada del invierno. Ellos tenían allá su poquito de tierra. Cultivaban hierba y centeno; las mujeres se encargaban de los campos durante el frío y los hombres emprendían la peregrinación á Bilbao en busca de los jornales fabulosos, de once reales ó tres pesetas, de los que se hablaba con asombro en el país.

Hablaba el autor de la belleza, y decía que era el resplandor de la bondad y de la verdad, con otros muchos conceptos ingeniosos y tan bien traídos y pensados, que daba gusto oírlos. Ese libro dijo la Nela queriendo demostrar suficiencia no será como uno que tiene padre Centeno, que llaman... Las mil y no cuántas noches.

Debe decirse, tocante a las facultades intelectuales del señor Centeno, que su cabeza, en opinión de muchos, rivalizaba en dureza con el martillo-pilón montado en los talleres; no así tocante a las de Señana, que parecía mujer de muchísimo caletre y trastienda, y gobernaba toda la casa como gobernaría el más sabio príncipe sus Estados.

Hemos descrito el trato que tenían en casa de Centeno los hijos para que se comprenda el que tendría la Nela, criatura abandonada, sola, inútil, incapaz de ganar jornal, sin pasado, sin porvenir, sin abolengo, sin esperanza, sin personalidad, sin derecho a nada más que al sustento. Señana se lo daba, creyendo firmemente que su generosidad rayaba en heroísmo.

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