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Ese es nuestro hombre dijo don Celso por lo bajo a don Simón. Y mientras éste se echaba las solapas hacia atrás y destacaba cuanto podía sus dedos cuajados de anillos, don Celso, apeándose, abrazó al tabernero, que apenas se movió del sitio en que estaba, ni sacó las manos de los bolsillos.

Es usted joven llegó a decirme , hecho y amoldado a la vida muelle y regalona de las grandes ciudades, y extraño enteramente, menos por su sangre, a este mundo en pequeño que rebulle y se agita entre los repliegues sombríos de estas comarcas grandiosas. ¡Qué lástima añadió , que todo esto junto sea un obstáculo, aunque no invencible, para que la labor de don Celso en Tablanca tenga en usted un apasionado continuador!

A este fin, y para cuanto le ocurra, me ofrezco de usted, como siempre, afectísimo amigo y seguro servidor q.b.s.m., CELSO L

No pudiendo llevar á cabo tan inhumano proyecto, dejaba caer sobre la cabeza, con guitarra y todo, del sin ventura Celso las más tremendas maldiciones de su repertorio, que era muy variado. Con pena lograron Goro, Felicia y Nolo apaciguarla un poco.

Era Celso más bajo y más delgado que los otros, pero suelto y brioso y con un aire vivo y petulante que acusaba su estancia en tierras más calientes que la de Asturias.

También él notaba la diferencia que había entre el don Sabas de los altos montes y el don Sabas del valle y de la cocina de don Celso; pero así y todo, en el hombre de abajo había mucho más de lo que yo creía, por no haber tenido aún ocasión de conocerle mejor.

¡Celso! rugió aquí don Pedro Nolasco, dando patadas en el borde de la meseta en que apoyaba los pies, calzados con zapatillas de cintos negros, lo mismo que el señor Cura y que mi tío. Y entonces me fijé yo en que debajo de las zapatillas calzaba medias alagartadas, verdes, con grandes pintas negras.

Pues precisamente porque eso que usted dice es cierto, los hombres de mi carácter y de mi posición nos lanzamos esta vez a la lucha, resueltos a que sea una verdad el sistema representativo. ¡Ya, ya! volvió a gruñir Cuarterola. Conque, amigo don Jeromo saltó aquí don Celso, persuadido de que toda preparación era ociosa con aquel bárbaro , estamos al cabo de la calle y nos hemos entendido.

Persuadido de esto, tenía por imposible la sustitución de un hombre como don Celso con otro como yo para llenar el vacío que él dejara con su muerte en el vecindario de Tablanca.

¡Una verdadera infamia! le respondió Lépero guiñándole el ojo . Un supuesto contrabando, por el cual han formado causa a este pobre hombre, y le están arruinando miserablemente. ¡Eso digo yo! suspiró don Zambombo, bamboleando de un hombro a otro su monstruosa cabeza. Pues, amigo mío dijo don Celso , jamás hallará usted mejor ocasión que ésta para salir airoso en su empeño.