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Actualizado: 2 de junio de 2025


La primera vez que se me buscó á con tal objeto, creí desmayarme de emoción; y con mano trémula escribí en el correspondiente lugar del catálogo un tan gordo como dos ciruelas. Y no extrañe nadie el suceso.

Sólo quisiera dártela monda y desnuda, sin el ornato de prólogo, ni de la inumerabilidad y catálogo de los acostumbrados sonetos, epigramas y elogios que al principio de los libros suelen ponerse. Porque te decir que, aunque me costó algún trabajo componerla, ninguno tuve por mayor que hacer esta prefación que vas leyendo.

No puedo pasar por alto, que el nombre de este monarca no resulta en el catálogo de los reyes moros que pone Conde en su historia, ni tampoco en el que trae el erudito D. Juan Francisco Masdeu en el tomo 15 que trata de la España Arabe: pero este no es un motivo para que nosotros reputemos fabuloso este personage, cuya memoria se conserva desde la mas remota antigüedad en un edificio que lleva su nombre.

Podríamos, si no nos lo prohibiese el plan que nos hemos trazado para tratar de este período, citar un catálogo considerable de dramas italianos, clara y evidentemente de origen español; pero basta á nuestro propósito indicar sólo algunos.

Este drama no se menciona por Calderón en el catálogo de sus comedias, que hizo en 1680 para el duque de Veragua, deduciéndose de esta circunstancia, que es uno de los últimos, si no el postrero, de todos sus dramas; pero ese catálogo incluye otras muchas obras, de cuya autenticidad se duda, y no hay que concederle mayor autoridad de la que tiene, aunque el examen detenido de esta composición parezca también confirmarlo.

Bürger, en el catalogo que añadió a la obra de Stirling, cita siete: Lefort, habla de nueve: si se hiciera caso de las listas de ventas célebres verificadas en lo que va de siglo, sería forzoso admitir que don Diego pasó una gran parte de su vida retratándose.

Sólo aparece su título en el catálogo de D. Cayetano Alberto de la Barrera, pero con una interrogación, signo de la duda que le inspiraba su autenticidad, ó acaso expresión de su imposibilidad de encontrarla y examinarla. No extrañe, pues, el lector que, faltando á nuestra costumbre, no se copie el original castellano, casi siempre citado en alemán por el señor Schack.

Paciencia será menester para descifrar los cuatro mil manuscritos cópticos de que hemos hablado, y de los cuales sólo una vigésima parte explica el Catálogo.

Desde aquí comienza un período que fue el más escabroso, si no el más largo, de los varios que tuvo la vida mundana de la marquesa de Montálvez. Según ella misma lo declara, tan escabroso fue, que él solo la daría para un libro entero, si se propusiera referir tan enorme catálogo de cosas.

Pero estos mismos apellidos los llevaban cristianos viejos, y era el capricho tradicional el que separaba a unos de otros. Sólo habían quedado marcadas por el odio popular las familias descendientes de los que fueron azotados o quemados por la Inquisición. El famoso catálogo de los apellidos estaba sacado indudablemente de los autos del Santo Oficio. ¡Una felicidad el hacerse cristiano!

Palabra del Dia

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