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Actualizado: 18 de junio de 2025


Pero que estos, lejos de sentir aquel accidente, impuestos de la novedad por un indio desertor, habian hecho iguales demostraciones de júbilo, con sus cajas, bocinas y repetidas algazaras, voceando á los sitiados, que el ejército del Rey que acababa de llegar, y venia mandado por el Visitador General de estos reinos, D. José Antonio Areche, iba en su favor á castigarlos, por los muchos indios que habian muerto, y que luego verificarian que José Gabriel Tupac-Amaru habia procedido en virtud de órden de S.M., cuyas espresiones eran solo el efecto de la sagaz política con que el caudillo Tupac-Catari y sus capitanes los tenian seducidos y engañados.

Con este hecho, persuadidos quedaron los indios de Challapata, Condo, Popó y demas pueblos inmediatos, que el corregidor de Oruro habia auxiliado al de Pária con armas y gente para castigarlos, desde aquel dia amenazaban la villa y el corregidor, protestando asolarla, y dar muerte á todos sus habitantes.

Así se hace... Esta noche las contrariedades y las desdichas son para ... Pero mañana... tomaré precauciones... O hizo Lucifer a las mojigatas para reírse de los enamorados, o las hizo Dios para castigarlos... Recapacitemos; ¡las hizo Dios, Dios, Dios!... Salgamos al instante de aquí dijo Inés . Este hombre está loco. Si es cierto que la infeliz ha vuelto a casa, pronto lo sabremos.

El Comandante General nombró á D. Antonio Ternero, Sargento Mayor del regimiento del Cuzco, para que con 80 fusileros subiese á castigar su atrevimiento: lo que egecutó este oficial bizarramente, matando doce rebeldes, y quitándoles algunos caballos y mucho ganado lanar que condujo al campo; y poco despues se supo por cuatro prisioneros, que los vecinos del pueblo de Santa Rosa eran los mas afectuosos distinguidos parciales de las glorias de Tupac-Amaru, y que le habian acompañado en sus mas árduas empresas, con lo que determinó el General castigarlos, y para este intento se puso en marcha para dicho pueblo.

Esos le ahorrarán a usted el trabajo dijo Sarto. Vámonos. Tenía razón. Los que llegaban eran sin duda servidores de Miguel, enviados para hacer desaparecer las huellas de su crimen. Ya no vacilé, pero se apoderó de un deseo irresistible de castigarlos, y señalando al cadáver del pobre José, dije a Sarto: Venguémoslo, coronel! ¿Desea usted proporcionarle compañía, eh?

Palabra del Dia

rigoleto

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