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Actualizado: 3 de junio de 2025


Aprendería el castellano para saborear las obras de Ojeda, que indudablemente era un genio. Se lo decía su amor. Cuando viviesen juntos, entraría de puntillas en su estudio, permaneciendo detrás de él en amorosa contemplación, como una esclava.

Dijo algunas palabras en vascuence, y una mujer que había dentro se inclinó para ver a Miguel. No hay inconveniente contestó en castellano. ¿Viene por mucho tiempo ese caballero? No decir a V., señora dijo aquél terciando. Probablemente todo el mes.

En un país americano de clima frío, donde crecían lo mismo que en Europa el pino y el abeto y las montañas estaban coronadas de nieve, salía al encuentro del viajero el idioma castellano, y con él las viejas casas de escudos coloniales en el portón y los entonados señores de solemnes maneras semejantes a los hidalgos antiguos.

Pateta y el castellano viejo temblaban, presintiendo que iban a presenciar algo espantoso.

Habíasela dado la majestad británica en Roma, con motivo de cierto oportuno servicio, y deseando demostrarle la más exquisita deferencia, puso en castellano el autógrafo.

Y aunque os la concedieran ¿qué quereis? ¿qué vais á ganar? ¡Cuando más feliz, país de pronunciamientos, país de guerras civiles, república de rapaces y descontentos como algunas repúblicas de la América de Sur! ¿A qué venís ahora con vuestra enseñanza del castellano, pretension que sería ridícula si no fuese de consecuencias deplorables? ¡Quereis añadir un idioma más á los cuarenta y tantos que se hablan en las islas para entenderos cada vez menos!...

Los monarcas de Nápoles habían sido las más de las veces extranjeros que residían lejos y gobernaban por delegación. Las mejores calles, los palacios, las fontanas monumentales, procedían de los virreyes españoles. Un soberano de origen mixto. Carlos III, castellano de nacimiento y napolitano de corazón, había hecho lo mejor de la ciudad.

Para esto siempre tenía que emplear el castellano: ¡Canalla! ¡Granuja! le decía . ¡Viejo cochino! ¡Cobarde! Marqués contestaba a los insultos con un ladrido suave, que parecía una quejumbrosa protesta, movía la cola como un péndulo y se ponía a andar en zig-zag, olfateando por todas partes. De pronto veía que algunas hierbas se movían y se lanzaba a ellas como una flecha.

Con estas medidas, en treinta años está difundido el castellano entre los niños." La gente filipina Ahora veamos qué clase de gente es la filipina. Es esencial reconocer la psicología de la comunidad.

Yo siento tener que dar a tan lindos edificios, que en Vichy abundan, el nombre extranjerizo de chalet; pero ¿qué hacer si en castellano no hay vocablo correspondiente?

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